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Días de siega
Cae el tórrido sol del verano
sobre el silencio de las callejuelas;
ni siquiera nos cruzamos con un gato.
Parece que el pueblo esté abandonado,
pero desde muy temprano
trabajan hombres y mujeres en el campo.
Segar, separar la paja del grano,
acarrear y dejarlo a buen recaudo
ha sido tarea ardua y trabajo ingrato.
Tanto ellos como ellas están agotados
y acompañados por los casi 40 grados,
se han refugiado bajo el frescor de sus tejados.
Cabalgamos oliendo a sudor de campo,
no es olor rancio, sino de noble labriego
del trigo y el centeno enamorado.
Mi sombrero de paja sobre el oscuro pelo,
mi camisa gris abierta por el pecho,
mis alpargatas soltando polvo y paja
y bien marcado el perfil moreno de mi cara.
Voy sobre mi pollino Gustavo
buscando la sombra de mi morada.
No está abandonado el pueblo
sino en punto muerto,
En la cuadra de Gustavo, me apeo,
que tiene bien merecido el pienso,
y yo con un remojón de agua ligero,
esperaré que sea la noche,
la que de fuerza y brío
a mi maltrecho cuerpo.
Mañana el alba llamará a mi puerta
y dará fin a mis dulces sueños
y Gustavo y yo de nuevo,
echaremos la jornada
entre armoniosas olas...de trigo y centeno
ELDA 10 de Julio de 2017 Jesús Gandía Núñez
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.
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