Riego matutino
La serenidad de la mañana,
la suave neblina en la lejanía
envolviendo a las montañas.
El silencio, casi absoluto,
sólo el trinar de los pájaros,
sólo la naturaleza conmigo
y el mágico discurrir del agua
mientras los frutales se regaban.
Sigue el gran pino desfigurado,
secas la mitad de sus ramas,
tronchadas por las nieves caídas.
Ya no podrá presumir de ser el escogido
para dar sombra al peregrino;
se reporta avergonzado y compungido
del estado en que ha quedado.
Pasaron sus años de prestigio,
ahora toca supervivir más ignorado.
Y eso mismo hago yo,
con mi tronco carcomido
y falto de energía,
porque todavía mi corazón palpita.
Santa Eulalia 26 de Julio de 2018
Jesús Gandía Núñez
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