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sábado, 14 de julio de 2018

Rosalinda y Chana


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Rosalinda y Chana
(cuento)

La ranita Chana se ocultaba
bajo la sombra de una hiedra trepadora,
a media altura de una gran piedra,
donde la hiedra lucía orgullosa
 el verde intenso de sus hojas,
 y Chana disfrutaba de su magnífica balconada.

Desde allí arriba, camuflada,
observaba  como sus renacuajos
jugueteaban en la charca.

Rosalinda todos los días
se aproximaba, al  manantial  fuente,
de la que se aprovisionaban  de agua
y le contaba  a Chana
cómo le había ido en el colegio,
con la profesora y sus amigas.

Chana escuchaba con atención
sus quejas y sus alegrías
y por toda respuesta siempre croaba
croac, croac, croac.

Rosalinda faltó unos días a su cita;
había revuelo en su casa;
cayó muy enferma su madre
y su padre,que era leñador en la montaña,
iba perdido sin saber
como llevar adelante la niña y la casa.

Rosalinda tuvo que ayudar a su padre
hasta que perdieron toda esperanza.
Se fue su madre con los angelitos
y las lágrimas y la tristeza
se apoderaron de padre e hija.

Al cabo de un tiempo
regresó  Rosalinda a la charca;
Chana apenas pudo reconocer
aquella cara triste y demacrada.
Y Rosalinda tartamudeando
y entre sollozos le contó a Chana
la causa de su ausencia
y la amargura que la embargaba.

Aquella ranita, que sólo croaba,
hizo un supremo esfuerzo por consolarla
y de un gran salto subió al hombro de Rosalinda
y con mal acento le dijo al oído
“Cuenta conmigo y con mis renacuajos”

Y a partir de aquel día,
aunque la niña estaba sola en casa,
pues su padre tenía que trabajar en la montaña,
Chana y sus ranitas le hacían compañía
amenizando sus días, desde el jardín que la rodeaba,
croando en sinfonía croac, croac, croac…
aliviando la pena que consumía a Rosalinda.

Cuento dedicado a mi nieta María.
 Elda 14 de Julio de 2018
 Jesús Gandía Núñez


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