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Dándole el pasaporte
He pasado el verano
con una «mantis peligrosa».
Me ha seguido del sofa a la cama,
me ha tenido secuestrado en casa.
Me controla lo poco que hago,
nunca creí en un amor tan amargo.
Es probable que diera motivos a la «mantis»
para que me sedujera de esta forma.
Pero he llegado a un punto
que tanto amor me desborda.
Ha acabado con mi ironía,
no me queda ni un resquicio de venganza.
He visto el mar desde la lejanía,
encelado con la «mantis» en la ombría,
como un pulpo embarazado de pez espada.
He sufrido sus acosos diarios,
dejándome sin voluntad sus abrazos,
como ave desplumada.
No creais que no he luchado,
hasta la he atacado con crueles jeringuillas,
que hartas de la risa que le daba,
me pedían que cediera y que la amara;
que es mejor ser condescendiente
que rechazarla y su amor se inflamara.
Estoy en un impás que devoro;
son ya dos meses de amor como una moto,
quizás dándole cariño y mimos a tope,
sea un buen plan B en la práctica
y en cuanto se descuide y se relaje
acorralaré con mi artillería y sin piedad a la Ciática.
San Juan 5 de Septiembre de 2017
Jesús Gandía Núñez
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