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Alergias primaverales
Llegó, a nuestra estación de Elda,
el tren de la primavera
cargado con largos vagones de
alergias.
A mí en particular me afectan los
aromas;
me alteran la pituitaria y la
escritura.
Cuando paso, al medio día, por los
restaurantes
huelo versos de mi amigo Carlos
Gutiérrez;
parece que los fogones en lugar de
comida
cuezan poemas con rimas.
Por el monte se me amontonan rimando
el aroma a rabo gato y el tomillo,
los sonetos que componen
la hierbabuena y el cantueso;
incluso la salvia y la manzanilla
me producen portentosas rimas.
Claro que lo que peor llevo
es la alergia a las esquinas.
Esas esquinas líricas,
cuyo orín levanta a un muerto,
e inflama mis pulmones, mis arterias
y altera mi prosáico carisma
por los que pasean a los animales.
Mi enfermedad no tiene medicina
simplemente caminando
por las calles de mi pueblo
siento los versos del taconeo,
o la putrefacta prosa de las
zapatillas.
Tras los cristales de mi casa
suceden cosas parecidas;
con la lluvia y su tintineo
las macetas huelen divinas,
vamos, como si las cuidara Gloria
Fuertes
y las regaran Benedetti y Rosalía,
cada flor en lugar de pétalos luce
poemas.
Y mi alergia se agrava cada día.
En las ciudades sus autobuses y sus
metros
son una contínua pesadilla.
Por que ¿quién denuncia esa química orgánica
entre perfumes, sobaquillo y tetillas?
Inseparables aromas que juntos riman
cada día.
Difícil tengo el control de los
aromas.
Cada primavera esta “ poetitis”
crónica
se apodera de mi persona.
Tendré que tomar uno o varios folios en blanco cada
día
para ver si así se calma… esta ansia lírica mía.
Elda 4 de Mayo de 2018
Jesús Gandía Núñez
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.
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