Chuspamontes,CEEmontes

miércoles, 31 de mayo de 2017

Cosas que pasan

260




Cosas que pasan

Mientras el sol brilla en mi calle
al otro lado, aquí cerca;
los tanques rompen fronteras.

Mientras el silencio me acompaña
un fanático se inmola en la gran manzana;
¡zapatos al viento y gritos de muerte!
ahogados en pozos de sangre.

Mientras yo desayuno
tranquilamente en la terraza;
una madre es un bálsamo de lágrimas,
porque su hijo se muere,
entre moscas y miseria.

Pero el tiempo no se detiene
y aunque el sol brilla en mi calle;
al otro lado, cerca de la muerte,
resiste sobre una triste patera
la ilusión de los olvidados
en lucha feroz por la subsistencia.

Mientras la aguja de mi reloj
se empeña en la siguiente vuelta;
caminan descalzos y llenos de angustia,
familias enteras, que huyen de la guerra.

Y antes de que deje de brillar el sol
y se adueñen de mi las tinieblas;
cientos de niñas inocentes y mujeres
sufrirán vejaciones y torturas,
que lamentaremos en las redes sociales,
sin que se nos caiga la cara de vergüenza.

Mire para donde mire
se llena mi pecho de puñales
que acuchillan mis esquemas
y dejan de testigo mudo...
un hilo rojo de terror y sangre. 

ELDA 31 de Mayo de 2017
Jesús Gandía Núñez

 Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.












Infierno blanco entre gigantescos amigos (Los Infiernos)

  
  259




                                                Infierno blanco entre gigantescos amigos

  Ocurrió en 1991 durante nuestra etapa más prolífera de alta montaña.
  Como hacíamos anualmente preparamos nuestra ascensión invernal a un tres mil de Pirineos, ese año decidimos subir a los Picos de los Infiernos.
  No nos podíamos permitir más que tres días de ausencia de nuestros trabajos así que aprovechamos un fin de semana con el lunes festivo.
  Partimos sábado por la mañana Paco, Enrique, José Luis y yo, cargados de ilusión y con grandes expectativas.
  Pasado Huesca y subiendo el Puerto del Montrepós nos dimos cuenta de que no iba a resultar sencillo nuestro objetivo; aquella noche había caído una gran nevada y aunque habían pasado las máquinas quitanieves apenas podía circular un vehículo por la carretera.

  Llegamos, con ciertas dificultades al Balneario de Panticosa buscando el refugio "Casa de piedra".Tampoco fue fácil encontrarlo pues apenas se veía a nadie por alrededor del Balneario.
  Por fin dimos con él; mientras nos fuimos instalando y preparando las mochilas para salir temprano; apenas dimos importancia a un mastín del Pirineo que deambulaba por alrededor de «La casa de Piedra». Cenamos temprano, como es costumbre en los refugios y salimos a callejear,por los nevados paseos del lago, con la vista puesta en el altivo y majestuoso collado de Pondiellos.
  Con la imagen amenazante del collado, nos metimos bien temprano en los sacos, sabedores de que la ausencia de montañeros nos permitiría descansar del largo viaje.
  De noche todavía y sin apenas divisar la senda de subida iniciamos el ascenso merodeados por dos grandes mastines que aparecían y desaparecían, unas veces detrás y otras delante de nosotros. Por fin conseguimos ver por donde había unas pronunciadas huellas en la nieve que se dirigían
a la Malleta baja y las seguimos. Vamos cogiendo altura y la nieve que al empezar estaba blanda se va poniendo con la inclinación peligrosa y dura.
  Llegamos a la Malleta alta y todavía nos siguen los mastines y nos tiene un poco preocupados,en la soledad de la montaña, la compañía de semejantes mardanes.
  Yo había tenido un par de malas experiencias con los perros de pequeño y aunque no les tenía fobia tampoco mucho aprecio.
  Va amaneciendo y las pisadas hace rato que desaparecieron. Seguimos subiendo por donde el roquedo y la nieve nos lo va permitiendo, siempre en dirección al collado de Pondiellos, nuestro primer objetivo.
  Debido a la fuerte inclinación de la nieve decidimos ponernos los grampones y nuestro amigo José Luis, que era primerizo en Pirineos, nos comunica que se lo ha pensado bien y que antes de complicarnos la excursión prefiere regresar al refugio, siguiendo las huellas que dejamos, para que podamos continuar a buen ritmo sin tener que esperarlo. José Luis se vuelve pero los mastines siguen para arriba tras nosotros.
  No sabemos que pensar de estos gigantones que se están pegando con nosotros la gran paliza; mientras vamos llegando al collado de Pondiellos.
  Descansamos y tomamos algo de líquido asombrados por el inmenso espectáculo que tenemos al frente. En primer lugar los misteriosos lagos, hoy prácticamente invisibles por la cantidad de nieve que tienen encima, y tras ellos, dominando este sobrepuesto valle, muy feas nubes que tan sólo nos permiten adivinar el vertical canalón nevado por el que intentaremos el ascenso a la cumbre.
  Los mastines un poco apartados de nosotros siguen tumbados en espera de que reemprendamos la marcha. A estas alturas, su presencia no sólo nos da confianza, sino que refuerza nuestra seguridad en conseguir el objetivo.
  Ladeamos el pico Pondiellos con suma dificultad pues en este semicírculo la nieve se nos clava hasta la ingle.
  Comienza a nevar antes de llegar al collado Saraseta y a pesar de que sabemos que en llegar a ese collado tendremos a mano la vertiginosa canal para alcanzar la cumbre, las dudas empiezan a hacer mella en nosotros.
  Sigue nevando intensamente y ya todo lo que nos rodea es completamente blanco.
  Pero volvemos a hacer nueva parada en el collado de Saraseta;
y tras recuperar energías, siempre los mastines a nuestra cola, reanudamos el último y costoso tramo hasta la pared que da pie a la vertical canal.
  Aquí decidimos dejar el peso de las mochilas y con unos pocos frutos secos y agua, nos encordamos, e iniciamos la penosa subida del canalón, donde nos resulta muy complicado ir ganando altura.
 Nuestros inseparables mastines, más cuerdos y experimentados que nosotros, se quedan al pie de la pared guardando nuestras mochilas.
  Esta interminable canal-pared está acabando con nuestras energías. Desde mitad de la canal ya no se divisan ni los mastines abajo ni el final de la canal arriba, tan sólo una intimidante blancura por los cuatro costados.
  Cuando, practicamente desesperados, salimos de la infernal canal y conseguimos recuperar la respiración, es el fuerte viento quien nos azota golpeando nuestros rostros con grandes copos de nieve, empeñados en evitar nuestro avance.
  Sólo con una mirada, los tres sin duda alguna, pensamos lo mismo «ya nadie nos detendrá hasta la cumbre».
  Ante nosotros y como un gran muro de nieve se nos muestra la cumbre central de los Infiernos, alrededor todo blanco hasta el infinito, tan sólo entre la niebla y la nieve una delgadísima arista que suponemos lleva hasta el cielo ... más allá de las nubes.
  Nos abrazamos con delirio y satisfacción pero una vez más los tres coincidimos en que hay comenzar el descenso pues la nevada se intensifica.
  Unas pocas fotos del blanco y enigmático paisaje y de nuevo buscamos la canal de descenso. Ahora sí, vemos el real peligro, un resbalón y los tres nos vamos para abajo. Comenzamos a anclar los piolets apoyando en ellos la cuerda, nos movemos muy despacio, casi dejándonos caer de espaldas y con paradas a cada instante conseguimos deslizarnos hasta el final de la pared.
  Cual no fué nuestro asombro al ver que los mastines seguían allí esperandonos. Nos volvimos a fundir en un largo abrazo.
  Mucho habíamos leído de los heroicos mastines de San Bernardo, que en Alpes socorrían a heridos o perdidos montañeros. Pero siempre teníamos la sensación de que había más de leyenda que de realidad en que esos enormes San Bernardo llevaban el barrilito de coñac a los montañeros en apuros.
  No daban crédito nuestros ojos, ¿como era posible que con la nevada que estaba cayendo aquellos mansos y enormes animales siguieran durante mucho más de hora y media esperando nuestro regreso?
¿Que sentimientos tan arraigados los mantuvieron a la espera?
  Pronto tuvimos que salir de nuestro asombro y seguir con el descenso. Todo a nuestro alrededor seguía blanco, pero lo más preocupante fue comprobar que nuestras huellas de subida habían desaparecido por completo, ocultas por la nieve que seguía cayendo.
  Hicimos una diagonal en bajada sabiendo que llegaríamos al collado de Saraseta; lo conseguimos trabajosamente pues a cada paso se nos hundía el cuerpo hasta la cadera. Pequeño descanso que nuestros amigos de cuatro patas se tomaron con santa paciencia.
  La distancia hasta el collado de Pondiellos se nos hizo eterna, faldeando el pico del mismo nombre y perdiendo el equilibrio constantemente al pisar en los ocultos agujeros de la ladera. Llegamos a Pondiellos muertos y sin apenas energías para seguir el descenso.
  Los mastines, siempre tras nosotros,eran nuestra mejor garantía; ya tan sólo confiabamos en ellos para llegar al Balneario.
  Hicimos otro esfuerzo y en cuanto encaramos el descenso, sólo el vacío se hizo a nuestros pies. Abrimos los ojos todo lo que pudimos con intención de perforar con nuestra vista el amenazante e intenso blanco de nieve y niebla que nos envolvía. A ciegas y con cautelosos pasos que nos hundían en la recién caída nieve, hicimos un par de fracasados intentos para descender, sin conseguirlo; siempre acabábamos al borde de algún abismo o escalón imposible.
  Estos fueron los momentos más trágicos de esta inolvidable jornada.
  Desfallecidos e impotentes de salir de cada agujero que nos clavábamos, comenzamos a dejarnos llevar por la indiferencia quedándonos quietos e inertes esperando el dulce final que el agotamiento y el frío nos auguraban.
  Entonces aparecieron en acción los dos mastines lamiéndonos la cara y pateando a nuestras espaldas la nieve que nos tenía inmovilizados; apoyaron con fuerza su potente hocico contra nuestra espalda hasta conseguir que saliéramos de ese estado de dejadez y conformismo que hubiera resultado trágico.
  Esto se repitió en varias ocasiones, acudiendo siempre los mastines en nuestra ayuda.
  Poco a poco fuimos perdiendo altura, se suavizó la nevada y pudimos pisar tierra firme.
  No es preciso que puntualice mi cambio de opinión acerca de los perros. Os podéis imaginar que desde este día para mí los mastines del Pirineo tienen un corazón tan grande como las montañas que pisan.

  Pero sigamos el desenlace de este relato. Cuando por fin llegamos a la zona de bosque, deshidratados y consumidas todas las reservas de nuestros cuerpos, nos tumbamos en el suelo junto a nuestros salvadores y repusimos juntos las carencias alimentarias que demandaban nuestros mullidos cuerpos. Los mastines, por fin también tuvieron el premio merecido y compartieron con nosotros las viandas que nos quedaban.
  Y después de un reponedor descanso pudimos ver como se retiraba la niebla y satisfechos pero amedrentados por el mal trago, todos juntos emprendimos el descenso hasta el refugio de La Casa de Piedra.
  Al día siguiente nos despedimos de los dos animales con efusivos abrazos y caricias aunque ellos solo pensaban en seguir acompañando a la siguiente cordada que se arriesgara a subir a cualquiera de las complicadas cumbres que rodean el Balneario de Panticosa.
  Sólo puedo terminar este relato mencionando la solidaridad y generosidad de estos gigantescos y bonachones animales a los que deberíamos copiar los humanos.

(Este es un relato verídico que siempre estará en mi recuerdo)

22 y 23 de Marzo de 1991


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Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.


 








 






Lástima de pajarillo

258



Lástima de pajarillo

Pajarillo de ésta primavera,
asustado y con incierto aleteo;
qué triste y negro veo tu futuro
al caer de tu nido a la carretera.

No sé la forma de retornarte
al confort de tu parentela
y aunque escucho muchos trinos,
tu hogar, lo esconde la arboleda.

Pajarillo diminuto
de cortas alas y pequeño pico
te has cruzado en mi camino,
pero aunque insista,
poco voy a mejorar tu destino.

Pósate sobre mi mano pajarillo
que yo le daré altura a tu vuelo
y si tú le das brío a las alas,
encontrarás a tu madre
en las más altas ramas;
te aseguro que allá arriba
¡élla estará sufriendo tu falta!

Lanjarón 24 de Mayo de 2017
Jesús Gandía Núñez


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Mar de piedra

257



Mar de piedra

¿Cuántos millones de años
han cambiado el aspecto
del Torcal antequerano?

Ese mar de Tetis situado
entre Cádiz y el levante,
se vio un día desplazado
formando el Mediterráneo.

En su lugar emergieron
grandes cerros y roquedos
que llamamos los montes béticos.

Pero sobre todos destaca
el Torcal de Antequera
impresionante monumento
de exuberante belleza.

Una energía de piedra
habita entre la sierra;
ocultando sus misterios
y transmitiendo fuerza.

Juega la imaginación
a descubrir siluetas
de figuras gigantescas
que la erosión convirtió
en fantasmas de piedra.

Dolinas y laberintos
donde el majoleto o tilo
y la rosa mosqueta
engalanan los caminos.

El majestuoso arce,
sobre el roquedo de piedra,
se manifiesta como el rey de copas
de esta singular fortaleza.

Y la cabra Hispánica
se mueve entre roquedos,
con la elegancia innata,
de las nubes sobre los cerros.

Torcal de bella estampa
y de caminar lento
quisiera ver en movimiento
a los personajes que representas.

Qué pupurri de historias
se oirían entre la niebla.
No dudo que los vientos los llevarían
hasta los muros de Antequera.

Lanjarón 24 de Mayo de 2017
Jesús Gandía Núñez


 Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.















Clara la gota de agua (versión reducida para Vivac del cuento) sólo 3 páginas

256 Bis


Clara, la gota de agua
(Cuento que relata las aventuras de una gota de agua hasta su llegada al Balneario de Lanjarón)

Esta primavera,en sierra Nevada,
en un nevero inmaculado
al pie del pico del Caballo
nació la gotita Clara.

Con los primeros rayos que calentaban.
se fue deslizando lenta
sobre la ladera blanca.
Tras ella llegaban juguetonas
muchas de sus hermanas.

Se fueron presumidas
y muy ilusionadas
por el tobogán de la vida.

Llegaron a ser muchas gotas juntas
y formaron preciosas chorreras.
hasta caer por fortuna
sobre una hermosa laguna
donde la montaña se reflejaba...

En aquellas placenteras aguas,
vivieron una temporada,
acariciando roquedos
cuando el viento soplaba.

La primavera trajo
días de lluvia y tormenta;
Clara estaba asustada
viendo como la laguna
se llenaba y rebosaba.

Fue arrastrada hasta una grieta,
donde intentó asirse
pero resbalaba y resbalaba
y se fue deslizando
junto con sus hermanas.

Fue el principio
de un largo recorrido
entre aventuras y veredas.

Aquella primera noche
bajo un techo de estrellas
Clara fue parte del reflejo de la luna
en un paraiso de transparentes aguas.

Pronto aprendieron ella y sus hermanas
el cantarín sonido del agua.
Saltaban y jugaban de roca en roca
de cascada en cascada.

Por fin llegaron a un gran cauce;
formando todas juntas
arrullos de remolino,
y remansos en las pozas,
con transparencias de tul y lino.

Clara y sus compañeras
alborotaban gozosas por la ribera,
habían llegado al buen camino,
del que sus mayores hacían gala,
 que era,el corazón de la montaña.

¡Lanjarón se llamaba éste río!
Fue trepidante y divertido:
saltaron por cortados
y estrechos que daban escalofríos;

disfrutaron de la calma de los meandros
donde Clara gozó
del verdor de la hierba,
del trote de la cabra montesa
e incluso en algunas charcas
de sentirse acariciada
por graciosas nutrias
y truchas de piel escamada.

Clara seguía brillando
con el sol de la mañana,
y la luna por la noche
le anunciaba:
"que su labor era
de suma importancia,
y le esperaba un largo viaje
a través de las montañas»

Clara espectante le replicaba
"pero luna... si tan sólo soy una gota de agua"

Pero la luna, misteriosa,
le guiñaba un ojo y le decía
" Muchas gotas de agua
son un torrente de vida
para las gentes de la Alpujarra"

y poco a poco Clara
fue creciendo con sus hermanas.

Una mañana, llegaron cantarinas
con su murmullo y tintineo
a un manso recodo de la ribera
y fueron atrapadas por una corriente
que las conducía con cierta calma
por la acequia más alta.

Clara y sus hermanas recorrieron
parajes de inolvidable belleza.
Circularon casi sin perder altura
por barrancos y laderas.

El laberinto de las acequias
resultó una sorpresa grata.

Pequeñas compuertas
les permitían visitar
cortijos de pura gloria,
alimentar castaños centenarios
que protegían con su sombra
el recorrido de las acequias.

Humedecer la sedienta
tierra de los olivos,
satisfacer las ansias
de agua, que necesita el cerezo,
para mantener el secreto
del rojo intenso de sus cerezas.

Los nispereros y los naranjos
se sientieron afortunados
por la humedad que aportaban
Clara y sus compañeras.

Clara, seductora y cantarina
se paseaba por los bancales
con el porte de una princesa
mientras le daban la bienvenida.

Hasta que un día
llegó a una rara trampilla
que siguió con curiosidad innata.

Todo se hizo oscuro y tenebroso
y cayó a plomo por tuberías
e inmensas turbinas.

Clara se precipitó con estruendo
hasta que emergió de un tono amarronado
entre las burbujas de una bañera.

Clara, mareada y aturdida,
entre las burbujas
y con un enorme susto encima,
escuchó la delicada voz
de una abuelita del Balneario
que le decía palabras cariñosas.

Dándole las gracias
por el mérito de ella y sus hermanas
y lo bien que se portaban
curándole sus dolencias.

Por fin Clara pudo entender
su enorme importancia
«ella y sus hermanas eran los bálsamos
que hacían llevaderas
a los humamos sus dolencias.»

Esas gotitas de agua ahora amarronada
llevaban en sus genes la sabiduría
y la vital energía
de las entrañas de Sierra Nevada.

Elda (todavía con el corazón en Lanjarón) 29 de Mayo de 2017

Jesús Gandía Núñez





 .




















lunes, 29 de mayo de 2017

Clara, la gota de agua (Cuento que relata las aventuras de una gota de agua hasta el Balneario de Lanjarón)

256


Clara, la gota de agua
Cuento que relata las aventuras de una gota de  agua hasta su llegada al Balneario de Lanjarón

Esta primavera,en sierra Nevada,
en un nevero inmaculado
al pie del pico del Caballo,
nació la gotita Clara.

Con los primeros rayos que calentaban.
se fue deslizando lenta
sobre la ladera blanca.
Tras ella llegaban juguetonas
muchas de sus hermanas.

Se fueron presumidas
y muy ilusionadas
por el tobogán de la vida.

Llegaron a ser muchas gotas juntas
y formaron preciosas chorreras.
hasta caer por fortuna
sobre una hermosa laguna
donde la montaña se reflejaba.

En aquellas placenteras aguas,
vivieron una temporada,
acariciando roquedos
cuando el viento soplaba.

La primavera trajo
días de lluvia y tormenta;
Clara estaba asustada
viendo como la laguna
se llenaba y rebosaba.

Fue arrastrada hasta una grieta,
donde intentó asirse
pero resbalaba y resbalaba
y se fue deslizando
junto con sus hermanas.

Fue el principio
de un largo recorrido
entre arroyos y veredas.

Aquella primera noche
bajo un techo de estrellas
Clara fue parte del reflejo de la luna
en un paraíso de transparentes aguas.

Pronto aprendieron ella y sus hermanas
el cantarín sonido del agua.
Saltaban y jugaban de roca en roca
de cascada en cascada.

Por fin llegaron a un gran cauce;
formando todas juntas
arrullos de remolino,
remansos en las pozas,
con transparencias de tul y lino.

Clara y sus compañeras
alborotaban gozosas por la ribera,
habían llegado al buen camino,
del que sus mayores hacían gala que era,
el corazón de la montaña. 

¡Lanjarón se llamaba éste río!
Fue trepidante y divertido:
saltaron por cortados
y estrechos que daban escalofríos;

disfrutaron de la calma de los meandros
donde Clara gozó
del verdor de la hierba,
del trote de la montesa cabra
e incluso en algunas charcas
de sentirse acariciada
por graciosas nutrias
y truchas de piel escamada.

Clara seguía brillando
con el sol de la mañana,
y la luna por la noche
le anunciaba:
"que su labor era
de suma importancia,
y le esperaba un largo viaje
a través de las montañas»

Clara expectante le replicaba
"pero luna... si tan sólo soy una gota de agua"

Pero la luna, misteriosa,
le guiñaba un ojo y le decía
" Muchas gotas de agua
son un torrente de vida
para las gentes de la Alpujarra"

y poco a poco Clara
fue creciendo con sus hermanas.

Una mañana, llegaron cantarinas
con su murmullo y tintineo
a un manso recodo de la ribera
y fueron atrapadas por una corriente
que las conducía con cierta calma
por la acequia más alta.

Clara y sus hermanas recorrieron
parajes de inolvidable belleza.
Circularon casi sin perder altura
por barrancos y laderas.

El laberinto de las acequias
resultó una grata sorpresa.

Pequeñas compuertas
les permitían visitar
cortijos de pura gloria,
alimentar castaños centenarios
que protegían con su sombra
el recorrido de las acequias.

Humedecer la sedienta
tierra de los olivos,
satisfacer las ansias
de agua, que necesita el cerezo,
para mantener el secreto
del rojo intenso de sus cerezas.

Los nispereros y los naranjos
se sintieron afortunados
por la humedad que aportaban
Clara y sus compañeras.

Clara, seductora y cantarina
se paseaba por los bancales
con el porte de una princesa
que era bienvenida.

Hasta que un día
llegó a una rara trampilla
que ella siguió con curiosidad innata.
Todo se hizo oscuro y tenebroso
y cayó a plomo por tuberías
e inmensas turbinas.

Clara se precipitó con estruendo
hasta que emergió de un tono amarronado
entre las burbujas de una bañera del Balneario.

Clara, mareada y aturdida,
entre grandes burbujas
y un enorme susto encima,
escuchó la delicada voz
de una abuelita,
que le decía palabras cariñosas.

Le daba las gracias
por el mérito de ella y sus hermanas
y lo bien que se portaban
cada vez que las necesitaba.

Por fin Clara pudo entender
su enorme importancia
«élla y sus hermanas eran los bálsamos
que hacían llevaderas
las dolencias de los humamos»

Esas gotitas de agua ahora amarronada
llevaban en sus genes la sabiduría
y la vital energía
de las entrañas de Sierra Nevada.

Elda (Aunque mi corazón sigue en Lanjarón) 29 de Mayo de 2017
Jesús Gandía Núñez


















domingo, 28 de mayo de 2017

Arterias de Lanjarón

255






Arterias de Lanjarón

Hijas de los barrancos
que recorren la loma de la Bordaila,
entre oréganos y castaños,
con el dulce sonido del agua.

Acequias llenas de vida
hendiduras de agua clara
que acarician la loma
como si la amamantaran.

Nobles higueras,
castaños añejos,
que cubren de sombra
las arterias del agua.

Cortijillos y hazas,
silenciosos en la balconada,
entre huertas y frutales,
que tan sólo los delatan
el color de sus rosales.

El sonido del agua,
es como una guitarra,
que te acompaña
por la loma de la Bordaila.

A veces por seguidillas
otras por sevillanas
y hasta con grandes quejios
cuando forma cascadas.

Entre el río Lanjarón
y el barranco del Salado,
alumbrando a la Bordaila,
discurren la acequia Nueva,
la del Aceituno y la Cecarta;

arterias que alimentan el alma,
que embellecen estos pagos
con cristalinas y enérgicas aguas;
que llenan de alegría y coraje
a los "Cañoneros de la Alpujarra".

Lanjarón 22 de Mayo de 2017
Jesús Gandia Núñez




























viernes, 12 de mayo de 2017

Desde las nubes

254



Desde las nubes

Qué bonito se ve el mundo
montado sobre una nube blanca.

Es pura fantasía
el panorama que se adivina.

Montañas hielos y mares
son una maravilla.

Un paraíso de concordia
para los terrícolas.

¿Como lucen las aguas bravas
entre montañas?
¿Cuantos barcos surcan los mares
entre un intenso azul brillante?
¿Qué locura los polos Sur y Norte?
son la guinda blanca de esta tarta.

Me dan ganas de no bajarme nunca
de esta nube de vapor y agua,
porque sé que todo es mentira,
que los ríos llevan turbia el agua,
que los barcos el mar contaminan
y a los polos...
les quedan tan sólo cuatro días.

Empújame fuerte brisa
no bajes mi nube de aquí arriba,
déjame soñando que es cierto,
lo que desde aquí se adivina.

ELDA 12 de Mayo de 2017
Jesús Gandía Núñez