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lunes, 29 de mayo de 2017

Clara, la gota de agua (Cuento que relata las aventuras de una gota de agua hasta el Balneario de Lanjarón)

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Clara, la gota de agua
Cuento que relata las aventuras de una gota de  agua hasta su llegada al Balneario de Lanjarón

Esta primavera,en sierra Nevada,
en un nevero inmaculado
al pie del pico del Caballo,
nació la gotita Clara.

Con los primeros rayos que calentaban.
se fue deslizando lenta
sobre la ladera blanca.
Tras ella llegaban juguetonas
muchas de sus hermanas.

Se fueron presumidas
y muy ilusionadas
por el tobogán de la vida.

Llegaron a ser muchas gotas juntas
y formaron preciosas chorreras.
hasta caer por fortuna
sobre una hermosa laguna
donde la montaña se reflejaba.

En aquellas placenteras aguas,
vivieron una temporada,
acariciando roquedos
cuando el viento soplaba.

La primavera trajo
días de lluvia y tormenta;
Clara estaba asustada
viendo como la laguna
se llenaba y rebosaba.

Fue arrastrada hasta una grieta,
donde intentó asirse
pero resbalaba y resbalaba
y se fue deslizando
junto con sus hermanas.

Fue el principio
de un largo recorrido
entre arroyos y veredas.

Aquella primera noche
bajo un techo de estrellas
Clara fue parte del reflejo de la luna
en un paraíso de transparentes aguas.

Pronto aprendieron ella y sus hermanas
el cantarín sonido del agua.
Saltaban y jugaban de roca en roca
de cascada en cascada.

Por fin llegaron a un gran cauce;
formando todas juntas
arrullos de remolino,
remansos en las pozas,
con transparencias de tul y lino.

Clara y sus compañeras
alborotaban gozosas por la ribera,
habían llegado al buen camino,
del que sus mayores hacían gala que era,
el corazón de la montaña. 

¡Lanjarón se llamaba éste río!
Fue trepidante y divertido:
saltaron por cortados
y estrechos que daban escalofríos;

disfrutaron de la calma de los meandros
donde Clara gozó
del verdor de la hierba,
del trote de la montesa cabra
e incluso en algunas charcas
de sentirse acariciada
por graciosas nutrias
y truchas de piel escamada.

Clara seguía brillando
con el sol de la mañana,
y la luna por la noche
le anunciaba:
"que su labor era
de suma importancia,
y le esperaba un largo viaje
a través de las montañas»

Clara expectante le replicaba
"pero luna... si tan sólo soy una gota de agua"

Pero la luna, misteriosa,
le guiñaba un ojo y le decía
" Muchas gotas de agua
son un torrente de vida
para las gentes de la Alpujarra"

y poco a poco Clara
fue creciendo con sus hermanas.

Una mañana, llegaron cantarinas
con su murmullo y tintineo
a un manso recodo de la ribera
y fueron atrapadas por una corriente
que las conducía con cierta calma
por la acequia más alta.

Clara y sus hermanas recorrieron
parajes de inolvidable belleza.
Circularon casi sin perder altura
por barrancos y laderas.

El laberinto de las acequias
resultó una grata sorpresa.

Pequeñas compuertas
les permitían visitar
cortijos de pura gloria,
alimentar castaños centenarios
que protegían con su sombra
el recorrido de las acequias.

Humedecer la sedienta
tierra de los olivos,
satisfacer las ansias
de agua, que necesita el cerezo,
para mantener el secreto
del rojo intenso de sus cerezas.

Los nispereros y los naranjos
se sintieron afortunados
por la humedad que aportaban
Clara y sus compañeras.

Clara, seductora y cantarina
se paseaba por los bancales
con el porte de una princesa
que era bienvenida.

Hasta que un día
llegó a una rara trampilla
que ella siguió con curiosidad innata.
Todo se hizo oscuro y tenebroso
y cayó a plomo por tuberías
e inmensas turbinas.

Clara se precipitó con estruendo
hasta que emergió de un tono amarronado
entre las burbujas de una bañera del Balneario.

Clara, mareada y aturdida,
entre grandes burbujas
y un enorme susto encima,
escuchó la delicada voz
de una abuelita,
que le decía palabras cariñosas.

Le daba las gracias
por el mérito de ella y sus hermanas
y lo bien que se portaban
cada vez que las necesitaba.

Por fin Clara pudo entender
su enorme importancia
«élla y sus hermanas eran los bálsamos
que hacían llevaderas
las dolencias de los humamos»

Esas gotitas de agua ahora amarronada
llevaban en sus genes la sabiduría
y la vital energía
de las entrañas de Sierra Nevada.

Elda (Aunque mi corazón sigue en Lanjarón) 29 de Mayo de 2017
Jesús Gandía Núñez


















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