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La mujer y el arco iris
Así lucen las mujeres
que llenan de color la vida,
y son en un trigal
la más bella espiga.
Huele a azahar la huerta,
mucho antes de su cosecha,
donde busca la mujer
su media naranja
disfrazada de mandarina.
Viste de tul blanco
el día de su matrimonio
y por arte de magia,
la rueda de su molino
acepta el grano de la espiga,
convirtiéndolo en harina blanca
y creando una nueva vida.
Brillan como el sol amarillo
dando calor a la familia;
y como la abeja trabajadora
aportan miel a su colmena.
Es verde su traje de faena
del que no se separa apenas
y con tomillo y hierbabuena
su hogar rezuma su mejor aroma.
Siempre la pintamos de rosa,
pero igual que el rosal tiene espinas,
la mujer es una leona;
y si la engañas y no la amas
su furia se dibujará en tu cara.
De rojo se maquilla ella
para sentirse más bella;
como una herida abierta
en un cráter de lava roja.
Su traje de noche
es amplio y celeste,
para que sus sueños la eleven
entre el cielo y la tierra
cuando aparece la luna.
Se levanta de violeta,
soñolienta pero fresca,
y como la flor del frailecillo,
entre el húmedo rocío,
presume por el valle en comitiva.
Eres mujer, verdadero arco iris,
luciendo todos los colores,
pero a pesar de tu bagaje enorme
seguimos en deuda con tus
aspiraciones.
Elda 14 de Marzo de 2018
Jesús Gandía Núñez
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.
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