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Mi gran noche
Caí en la tela de araña
que tejiste sobre mi cuerpo,
con tus abrazos, tus caricias y tus besos.
Y gustosa acepté aquella primera noche
en un hotel romántico de montaña.
Entré temblorosa a la habitación del encuentro
deseando entregarme al placer de
tu cuerpo.
Salí del baño con un tul griego
anudado con un lazo a mi cuello;
tú ya estabas en la cama con la sábana
cubierto.
Como a una diosa encelada
me recibiste con tu arma desplegada
deshaciendo el lazo de mi cuello.
y dejando mis bondades al descubierto;
mientras mis muslos se tambaleaban,
tu cuerpo fibroso y terso se acopló…
cubriendo todos mis huecos
con la sensación de que me abrasabas.
No hubo tiempo de caricias,
nada podía detenernos,
dos cuerpos fundidos
en el deseo más completo.
Mi diosa consiguió al guerrero
y hasta las tinieblas brillaron,
con el goce de aquellos cuerpos.
desenfrenados y en puro vértigo.
Después de cabalgar a mi corcel salvaje,
por extensas veredas y pinares
regresó a mí la luz y la cordura,
descubriendo las caricias más sensuales
que habíamos pasado por alto
en los momentos preliminares.
No olvidaré esa frenética noche de
amor,
donde la débil carne nos cegó,
y fué más fuerte la pasión
que la delicadeza y el pudor.
Elda 14 de febrero de 2018- Jesús Gandía Núñez
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