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A la fuente de
la aldea
Se oye un fuerte tintineo noche y día,
cae con alegría
el chorro de la fuente de la ombría.
Ese genial caño
atrevido y travieso
que contagia su frescura
cuando los labios la acarician.
Reparte su preciado tesoro
al caminante,
al sediento, al peregrino,
sin pedirles recompensa alguna.
Chorro generoso
que da vida al contorno
sin distinción ni etiquetas.
Por el que suspiran
el labrador y el huertano,
incluso el burro y el asno,
cuando regresan de su jornada.
Es el manantial más puro y cristalino
del que se enorgullece la aldea.
Agradecidos árboles y matorrales
muestran un verdor envidiable.
Y sus vecinos y paisanos
elogian y admiran
el beneficio de sus aguas medicinales.
Elda 19 de Junio de 2018
Jesús Gandía Núñez
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