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RABOSA
Hoy me he acordado de Don Daniel Esteve.
Hacía algún tiempo que Rabosa no pisaba
y esta mañana, con la cadena echada en su
entrada,
y en el silencio más absoluto,
me pareció encontrar el rincón más dulce,
sin intención premeditada.
Entendí a Don Daniel, cuando quedó
prendado
de esta maravillosa finca.
Debió de ser como hoy, una mañana de
primavera,
con un cielo turquesa que irradiaba vida.
El bosque verde de las recientes lluvias,
y la tierra húmeda y esponjosa, donde
queda marcada la huella.
Al Sur la impresionante muralla del Cid y
su ferrata,
a su izquierda el “Contador” con sus
abismos.
Y la vista se deleita en una simbiosis de
cumbres continuas,
tras las que emergen “Las Mamas” como
auténticas diosas,
que se entregan a la contemplación de los
cielos,
con sus inmaculados pezones, sobre sus
híbridas cimas.
El caserón y sus bancos, la Ermita y su
explanada,
el barranco por el que hoy pasa un hilo de
agua,
las barbacoas, los aparcamientos
solitarios,
todo exhala espiritualidad y recogimiento
en este día claro.
Pero escondido en sus entrañas, yacen los
turbios pensamientos
que mancharon este hermoso cuadro, con un
horrible asesinato.
Elda 11 Abril 2019
Jesús Gandía Núñez
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