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APRENDIENDO
A SER PACIENTE
A
mis setenta y cinco veranos,
canoso
y con pelo escaso,
compruebo
lo poco que aprendí de mi entorno,
y
entiendo que he de reciclarme.
Debo
ser más condescendiente,
sobre
todo con amigos y familia,
menos
exigente con quien me estima,
pero
sobre todo realizar un curso de paciencia.
Ralentizar
mis acciones,
no
tener tantas prisas,
disfrutar
de los momentos hermosos
y
no acelerar a los otros.
Si
en esta difícil etapa,
además
de ser consciente de mis fallos
consigo
solucionarlos,
habré
triunfado en este máster.
Hoy
he puesto la primera piedra,
pero
eso no es suficiente,
he
de incidir a diario
en
activar a doña paciencia.
Elda
25 agosto 2022
Jesús
Gandía Núñez
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