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LA METAMÓRFOSIS DEL GALÁPAGO (Cuento-histórico)
Corría el año 1619 en la Torre de Juan Abad (Ciudad
Real) cuando Estefanía, niña de tan solo 8 años y Rafael, su rebelde hermano,
pelirrojo y pecoso que acababa de cumplir los 14 habían quedado huérfanos al
ser sus padres ajusticiados. Según dijo la Inquisición, por utilizar “santería de
malas prácticas”.
Ambos niños fueron adjudicados por la Inquisición a
una familia de viejos cristianos, que no tenían hijos. Y a pesar de que no les
daban malos tratos, Rafael desde el primer momento, no admitió la autoridad de
sus preceptores y a los pocos días desapareció de la casa, sin volver a saberse
de él en mucho tiempo.
La niña intentó refugiarse en aquel matrimonio y bajo
su tutoría fue aceptando todas las encomiendas que le ordenaban, pero su
tristeza por la pérdida tan enorme que había sufrido, la llevó a una indefinida
melancolía, sobre todo al desaparecer su hermano. Estefanía en sus pocos ratos
de ocio, pues tenía que ayudar a sus protectores en las labores del campo, se
escondía siempre por lugares solitarios y las lágrimas recorrían sus mejillas
recordando a su familia.
En aquellos tiempos, había llegado exiliado al pueblo
Don Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez, quien había heredado de
su madre aquel Señorío, pero en el pueblo el “Concejo” no lo reconoció y
comenzó un pleito que no terminó hasta después de su muerte. Pero regresemos al
año 1621, Rafael el chico huido, había coincidido en su camino, con el escritor
y poeta Francisco de Quevedo, amnistiado de su exilio por el joven monarca
Felipe IV, que acababa de subir al trono y se ofreció para ser su escudero en su regreso a
Madrid.
Estefanía crecía y a pesar de que los años pasaban, ella
seguía sumida en su tristeza y aunque sus padrastros intentaban animarla, era
tanta su pena, que únicamente se encontraba distraída en la charca que había
cerca de su casa, donde hablaba a diario, a una pequeña tortuga a la que
llamaba Lisa y a la que le contaba todas sus angustias. La tortuga la escuchaba
atentamente y eso complacía mucho a la chica. Un día por fin, Estefanía se
atrevió a coger a la tortuga Lisa entre sus manos y la acercó hasta sus
mejillas para acariciarla y el animal se fusionó con sus lágrimas. Al instante,
brotó de la tortuga un brillo enorme y en lugar del galápago apareció un
radiante joven que se apresuró a darle a Estefanía las gracias por liberarlo de
la maldición que pesaba sobre él, desde hacía muchos años. El joven en cuestión, era
hijo del Señor feudal de una población cercana a caballo de Torre de Juan Abad
y Ciudad Real y fue convertido en tortuga por una bruja, por encargo de un
malvado enemigo de su padre.
El joven que dijo llamarse Marcos, sabiendo toda la
historia de Estefanía, y embelesado por su belleza, le pidió que le acompañara
para casarse en el feudo de su padre, donde podrían iniciar la búsqueda de su
hermano Rafael. Y Estefanía, que ya había cumplido dieciocho años, aceptó su
proposición con la condición de que le dejara despedirse de sus padrastros, que
al fin y al cabo habían sido su familia durante los últimos diez años.
Así lo hizo la muchacha y después de la despedida y en
compañía de Marcos, llegaron hasta el palacete de sus padres, los cuales no
cabían dentro de sí, al comprobar que su hijo estaba vivo y dispuesto a casarse
con la joven. Resultó que los padres de Marcos habían acogido en su casa a Don
Francisco Gómez de Quevedo a su paso por el pueblo, cuando éste regresaba del
pleito en Torre de Juan Abad y reconocieron que el joven hermano de Estefanía
podía ser el escudero que lo acompañaba porque coincidían sus características.
No se lo pensaron mucho. La pareja partió para Madrid,
donde tras mucho preguntar y buscar, lograron encontrar a su hermano Rafael,
quien después de haber servido al poeta, se había alistado en la guarnición que
mandó España a la larga guerra de los 30 años en Centro Europa. Convirtiéndose
en un valiente soldado que fue condecorado por su comportamiento y alcanzado el
grado de Capitán. Y felices los tres jóvenes pudieron fundirse en un gran
abrazo.
Elda 26 Febrero 2022
Jesús Gandía Núñez
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