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Desierto en la gran ciudad
Eso son las grandes ciudades
desierto de bloques y pisos
cuyos habitantes apenas se hablan.
Caminan como estatuas de hielo,
trabajan como máquinas,
cumpliendo monótonos horarios
en la colmena humana.
Conducen en anónimas caravanas
o como simples momias
se aislan en sus auriculares
en los desplazamientos diarios.
Suben y bajan ascensores
como auténticos mutantes;
sin importarles quien les acompaña,
sin echarles una mirada.
Salen en la madrugada
como conejos cohibidos
y es en la noche cerrada
cuando regresan a casa.
Llegan demacrados a su hogar,
u oasis de reposo,
donde ven a sus hijos
ya durmiendo en la cama.
Todos los demás son extraños,
con los vecinos no tienen trato;
y tan sólo se mueven, solitarios,
como el beduino en el desierto árido.
ELDA 8 de febrero de 2017
Jesús Gandía Núñez
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