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domingo, 9 de enero de 2022

EXCURSIÓN A LA LAGUNA VERDE

 2024


EXCURSIÓN A LA LAGUNA VERDE (Cuento)

En invierno de 1980, Fabián era un niño de 14 años, pálido y delicado, casi siempre enfermucho, por lo que faltaba muchos días a clase, donde la única amiga que tenía era Marta. Sus papás lo habían apuntado a una excursión por la sierra para este fin de semana, con la intención de que consiguiera fortaleza física.

Salieron a las 8 de la mañana, con el autobús que los trasladaría al pie de la sierra, con un total de veinte jóvenes entre 13 y 15 años. Durante el recorrido la mayoría aprovecharon para cantar canciones tradicionales que conocían, pero Fabián, melancólico y algo asustado, no se sumó a la fiesta.

Capitaneaba la excursión Don Genaro, profesor de geografía, y en la retaguardia cerraba el grupo la joven Teresa, profesora de Sociales, a la que le encantaban estas salidas a la naturaleza.

La senda serpenteaba ganando altura y la respiración de algunos niños, entre ellos nuestro protagonista, se iba haciendo dificultosa.

Cuando estaban muy cerca de un collado y al cruzar un pequeño arroyo, Marta, muy atrevida, quiso hacerlo de un gran salto y se dobló el tobillo, cosa que complicó la excursión. Los dos profesores la atendieron y vendaron su pie para que pudiera continuar apoyándose en un palo, pero a los pocos pasos Marta gritó dolorida – No puedo caminar me duele mucho. En vista de aquel contratiempo, Don Genaro y Teresa acordaron que esta última se quedara con la niña y los esperaran allí, junto al arroyo.

Pero entonces Fabián que era muy amigo de Marta, a pesar de su timidez les dijo a los profesores –Yo también me quedo aquí, no puedo seguir más, les esperaré con Teresa y Marta. Al principio, Don Genaro negó con la cabeza, pero pensándoselo mejor asintió y permitió que se quedaran los tres allí. El grupo continuó monte arriba hasta llegar a la “laguna verde” donde la tradición cuenta que vivía por los alrededores un lobo que aullaba durante las noches de luna llena. Algunos de los niños querían bañarse en aquellas aguas tan verdes porque el fondo estaba lleno de unas algas raras que lo teñían todo de ese color, pero Don Genaro no quería tener más complicaciones y no lo permitió. Sacaron los bocadillos que llevaban y almorzaron. Mientras el cielo se nubló con rapidez y quedaron sumidos en una oscuridad misteriosa.

Lo mismo les ocurrió a Teresa, Marta y Fabián, que habían quedado en la soledad de aquel arroyo protegido por fuertes riscos y enormes robles, ahora sin apenas luz, por las oscuras nubes que le daban un siniestro aspecto.

Marta empezó a escuchar unos aullidos y asustada se lo dijo a la profesora, quien intentó escuchar, pero no los oyó, solamente sintió como si la tierra se agrietara alrededor de ellos y cayeran algunas ramas de los robles a tierra, vencidas por el viento. Fabián se juntó a las dos chicas, superando su miedo e intentando protegerlas. Veían sombras a su alrededor que desaparecían veloces como el viento, eran las hojas de los árboles (Más tarde se enteraron que había habido un pequeño terremoto).

Entre tanto Don Genaro y el resto de niños, terminado el almuerzo, iniciaron el regreso, pero dada la oscuridad, el profesor equivocó la senda de bajada y siguieron un itinerario equivocado, perdiéndose en la vertiente contraria de la sierra. A las cuatro de la tarde seguían caminando con algunos niños ya extenuados, y Don Genaro maldicía la decisión de haberlos llevado a la sierra.

Aquel extraño fenómeno que dejó el monte en total oscuridad, consiguió que Teresa perdiera la calma y no tuviera fuerzas para animar a la asustada Marta que no paraba de llorar por el dolor del tobillo y la profesora veía que se iba a hacer de noche sin que las ayudaran a regresar. Teresa andaba muy preocupada sobre todo porque Don Genaro le había comentado que antes de las 2 estaría allí con los niños y pensaba para sus adentros –¡Qué les habrá ocurrido!.

El único que no cambiaba su delicado aspecto era Fabián que acostumbrado a sus miedos no distinguía que esta vez el problema sí que era peliagudo. Y viendo que allí estaban perdiendo el tiempo y se hacía tarde, propuso a Teresa regresar por el sendero que habían venido y llevar a Marta apoyada entre los dos.

Asintió Teresa, dejando una nota en una hoja para cuando viniera Don Genaro. Los tres comenzaron un regreso infernal por las paradas que tenían que hacer cada vez que Marta rabiaba de dolor. En una de esas paradas, Marta volvió a oír los raros aullidos y le tuvo que confirmar Fabián que no eran tales aullidos, sino un pájaro que los seguía con un raro graznido.

A todo esto, Don Genaro y los niños llegaron a un pueblo donde pudieron pedir ayuda. Desde la centralita del pueblo comunicaron al colegio lo que había ocurrido para que alguien saliera a recoger a Teresa, Marta y Fabián, y que el autocar se desplazara hasta aquel pueblo para regresar el resto del grupo al colegio, donde ya estaban los padres muy preocupados esperando su llegada.

Fabián no solo colaboró para ayudar a Marta en aquel sendero lleno de obstáculos, sino que cuando Teresa tenía dudas en los cruces de caminos era él el que la asesoraba, pues tenía una enorme memoria y recordaba perfectamente el recorrido.

Al fin pudieron llegar, ya anocheciendo, al lugar de donde partieron y seguidamente aparcó el autocar que venía de recoger al resto de niños excursionistas y a Don Genaro que estaba muy excitado, pensando que aún estarían Teresa, Marta y Fabián a esas horas en la sierra y al verlos dio un gran grito de alegría y todos los niños aplaudieron y volvieron a cantar una de sus canciones favoritas.

Ni que decir que tanto los papás de Fabián como sus profesores lo felicitaron por la actitud tan positiva que adoptó para colaborar con Teresa y ayudar a su amiga Marta. Y a partir de aquel día dejó de ser el niño tímido y enfermizo al que todos subestimaban, ahora todos querían ser sus amigos.

9 de Enero 2022

Jesús Gandía Núñez


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