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lunes, 31 de enero de 2022

MI VIDA EN QUINQUENIOS

 

2047



MI VIDA EN QUINQUENIOS


De los cero a los cinco:

no queda nada en mi memoria

hasta cumplidos los cinco años,

antes es un ciclo complicado y oscuro,

del que solo de mis padres tengo relatos

y sé lo que ellos me han contado.

Pero de los cinco hasta los diez años:

ya voy recopilando en la memoria datos,

de travesuras y desobediencias,

de regañinas y castigos,

porque era un callejero empedernido.

De los diez hasta los quince:

una auténtica euforia, que vivía a diario,

inventando historias y trapicheando por el barrio,

eso sí, aprovechando las horas lectivas

y sufriendo los exámenes malvados.

De los quince a los veinte:

fue muy diferente

y me controló un largo horario de trabajo,

pero como era un crío,

cuando no nos veían jugábamos.

De los veinte a los veinticinco:

hubo que asentar las bases de la vida,

primero mili y después a Elda el traslado,

preparar el futuro con dedicación y trabajo

y tomar decisiones serias.

De los veinticinco a los treinta:

después de la boda, el primer hijo,

disfrutando de él muy pocas horas,

por el amplio horario del comercio,

y aglutinando familia y deporte los domingos.

De los treinta a los treinta y cinco:

dimos gracias por la llegada de la niña,

y combinamos tenis y montaña los festivos

y camping y excursiones en puentes laborables

y en Semana Santa.

De los treinta y cinco a los cuarenta:

seguimos la misma regla,

trabajo a punta pala, entre semana

y todos los domingos montaña,

con cuatro o cinco días en verano en Pirineos.

De los cuarenta a los cuarenta y cinco:

Ídem de lo mismo,

para salir entre semana,

un madrugón cada mañana,

para estar a las nueve abriendo la tienda.

De los cuarenta y cinco a los cincuenta:

más horas de trabajo que en la guerra,

pero haciéndolo ilusionados,

para que los hijos estudiaran lo que quisieran

fueron años de auténtica osadía.

De los cincuenta a los cincuenta y cinco:

empiezan las crisis y decae la economía,

se asientan en el valle

grandes centros comerciales

y el pequeño comercio, siente las consecuencias.

De los cincuenta y cinco a los sesenta:

tomamos nuevas iniciativas,

que no dan buenos resultados,

y al recibir una buena oferta

decidimos alquilar la tienda.

De los sesenta a los sesenta y cinco:

dedico mis esfuerzos

a la reforma de la tienda de mi tío,

trabajando allí los últimos años,

hasta que me jubilo.

De los sesenta y cinco hasta los setenta:

dispongo por fin de tiempo libre

y entre montaña y lectura de libros,

aprendizaje de inglés y escritura

se me pasa volando el quinquenio.

De los setenta a los setenta y cinco:

me adentro en un túnel obscuro,

que dura cuatro años de tortura,

de la que solo me exoneran libros y escritura

hasta que veo la luz de nuevo casi a los setenta y cinco.

 

Espero poder añadir algún otro quinquenio,

porque la ilusión no se termina,

así que dejo abierto este escrito,

por si sucediera…

y todavía puedo divisar las teclas.

 

Elda ……….

Jesús Gandía Núñez

 

 

 

 

 

 MI VIDA EN QUINQUENIOS

 

De los cero a los cinco:

no queda nada en mi memoria

hasta cumplidos los cinco años,

antes es un ciclo complicado y oscuro,

del que solo de mis padres tengo relatos

y sé lo que ellos me han contado.

Pero de los cinco hasta los diez años:

ya voy recopilando en la memoria datos,

de travesuras y desobediencias,

de regañinas y castigos,

porque era un callejero empedernido.

De los diez hasta los quince:

una auténtica euforia, que vivía a diario,

inventando historias y trapicheando por el barrio,

eso sí, aprovechando las horas lectivas

y sufriendo los exámenes malvados.

De los quince a los veinte:

fue muy diferente

y me controló un largo horario de trabajo,

pero como era un crío,

cuando no nos veían jugábamos.

De los veinte a los veinticinco:

hubo que asentar las bases de la vida,

primero mili y después a Elda el traslado,

preparar el futuro con dedicación y trabajo

y tomar decisiones serias.

De los veinticinco a los treinta:

después de la boda, el primer hijo,

disfrutando de él muy pocas horas,

por el amplio horario del comercio,

y aglutinando familia y deporte los domingos.

De los treinta a los treinta y cinco:

dimos gracias por la llegada de la niña,

y combinamos tenis y montaña los festivos

y camping y excursiones en puentes laborables

y en Semana Santa.

De los treinta y cinco a los cuarenta:

seguimos la misma regla,

trabajo a punta pala, entre semana

y todos los domingos montaña,

con cuatro o cinco días en verano en Pirineos.

De los cuarenta a los cuarenta y cinco:

Ídem de lo mismo,

para salir entre semana,

un madrugón cada mañana,

para estar a las nueve abriendo la tienda.

De los cuarenta y cinco a los cincuenta:

más horas de trabajo que en la guerra,

pero haciéndolo ilusionados,

para que los hijos estudiaran lo que quisieran

fueron años de auténtica osadía.

De los cincuenta a los cincuenta y cinco:

empiezan las crisis y decae la economía,

se asientan en el valle

grandes centros comerciales

y el pequeño comercio, siente las consecuencias.

De los cincuenta y cinco a los sesenta:

tomamos nuevas iniciativas,

que no dan buenos resultados,

y al recibir una buena oferta

decidimos alquilar la tienda.

De los sesenta a los sesenta y cinco:

dedico mis esfuerzos

a la reforma de la tienda de mi tío,

trabajando allí los últimos años,

hasta que me jubilo.

De los sesenta y cinco hasta los setenta:

dispongo por fin de tiempo libre

y entre montaña y lectura de libros,

aprendizaje de inglés y escritura

se me pasa volando el quinquenio.

De los setenta a los setenta y cinco:

me adentro en un túnel obscuro,

que dura cuatro años de tortura,

de la que solo me exoneran libros y escritura

hasta que veo la luz de nuevo casi a los setenta y cinco.

 

Espero poder añadir algún otro quinquenio,

porque la ilusión no se termina,

así que dejo abierto este escrito,

por si sucediera…

y todavía puedo divisar las teclas.

 

Elda ……….

Jesús Gandía Núñez

 

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