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EL
CARIÑO DE UN ROCE Y UNA DULCE SONRISA
Aquella
que siempre nos esperaba con una sonrisa,
que
pensando en lo que nos hacía falta, apenas dormía,
y
cocinaba como el ángel, que en la gloria lo hacía;
simplemente
con su presencia, contagiaba el cálido aliento
y
jamás desfalleció, ante las adversidades.
Pues
aquella mujer, era nuestra madre, la Sra. Dolores,
querida
por todo el vecindario, y amada por nuestro padre,
sencilla,
cariñosa, bondadosa y amable,
sufridora,
trabajadora e incapaz de alzarle la voz a nadie,
y
a pesar de su escasa estatura, era la madre más grande.
Nunca
se le puso nada por delante,
sufrió
en épocas de miseria, sin perder su dulzura,
zurció
y cosió para nosotros y para la calle,
se
dejó, a deshoras, la vista en la máquina,
aportando
lo necesario, para equilibrar la economía,
consiguió
que jamás pasáramos necesidades.
Se
despidió de esta cruel vida
como
un pajarito con las alas mojadas,
sobre
una rama muy alta, donde ni siquiera recordaba
su
nombre, ni su historia, ni su familia,
tan
solo nos dejó el cariño de su roce y la mueca de su sonrisa.
Elda
29 marzo 2022
Jesús
Gandía Núñez
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