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ESPERANDO
SE SECÓ LA HOJA
El oleaje seguía azotando la costa
y en aquellas lomas se acusaba en
su dureza
el frío contraste entre el temporal
marino
y la intensa borrasca que se
acercaba.
Pero aquella mujer solitaria tenía
perdida la mirada;
su imaginación surcaba los mares
desde que su amado partió a la
aventura
en busca de nuevos horizontes
que lo sacaran de situación tan
precaria.
Había acumulado una enorme deuda
y necesitaba un milagro para
pagarla.
Pero ella sufría en la distancia,
esperando su regreso, sangrando su
alma.
Sabía que ese día de su regreso
llegaría,
ella no lo dudaba, en absoluto;
su amor venía desde que eran niños
y sabía que no la traicionaría por
nada.
Había pasado 1 año sin tener
noticias,
porque fue el acuerdo al que
llegaron,
para evitar que los acreedores lo
localizaran.
Pero el sufrimiento la corroía por
dentro.
Aquella tarde, con la mirada fija
en el horizonte,
vio un gran barco que se acercaba a
puerto,
y el corazón le dio un gran vuelco;
salió corriendo y llegó precipitada
mientras el pasaje desembarcaba;
pero allí se acabó su esperanza,
nadie la buscaba con la mirada.
Regresó triste y desolada a casa
y cayó sobre la cama en un mar de
lágrimas.
Una gran depresión se apoderó de
ella
y fue incapaz de superar su
tragedia.
Durante cuatro meses se consumió su
cuerpo
de aquel insufrible tormento de
soledad y olvido.
Y un mes antes del regreso de su
marido la enterraban,
con la amargura del desespero
reflejada en su cara.
Calmó el mar su oleaje, pasaron las
borrascas
y el marido pudo ver su antigua
deuda saldada;
pero jamás consiguió olvidar a su
amada,
recluyéndose en la soledad de un
refugio de montaña.
Elda
27 de Noviembre de 2018
Jesús
Gandía Núñez
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