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martes, 27 de noviembre de 2018

Esperando se secó la hoja

                                                                       
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ESPERANDO SE SECÓ LA HOJA


El oleaje seguía azotando la costa
y en aquellas lomas se acusaba en su dureza
el frío contraste entre el temporal marino
y la intensa borrasca que se acercaba.

Pero aquella mujer solitaria tenía perdida la mirada;
su imaginación surcaba los mares
desde que su amado partió a la aventura
en busca de nuevos horizontes
que lo sacaran de situación tan precaria.

Había acumulado una enorme deuda
y necesitaba un milagro para pagarla.
Pero ella sufría en la distancia,
esperando su regreso, sangrando su alma.


Sabía que ese día de su regreso llegaría,
ella no lo dudaba, en absoluto;
su amor venía desde que eran niños
y sabía que no la traicionaría por nada.

Había pasado 1 año sin tener noticias,
porque fue el acuerdo al que llegaron,
para evitar que los acreedores lo localizaran.
Pero el sufrimiento la corroía por dentro.

Aquella tarde, con la mirada fija en el horizonte,
vio un gran barco que se acercaba a puerto,
y el corazón le dio un gran vuelco;
salió corriendo y llegó precipitada
mientras el pasaje desembarcaba;
pero allí se acabó su esperanza,
nadie la buscaba con la mirada.

Regresó triste y desolada a casa
y cayó sobre la cama en un mar de lágrimas.
Una gran depresión se apoderó de ella
y fue incapaz de superar su tragedia.

Durante cuatro meses se consumió su cuerpo
de aquel insufrible tormento de soledad y olvido.
Y un mes antes del regreso de su marido la enterraban,
con la amargura del desespero reflejada en su cara.

Calmó el mar su oleaje, pasaron las borrascas
y el marido pudo ver su antigua deuda saldada;
pero jamás consiguió olvidar a su amada,
recluyéndose en la soledad de un refugio de montaña.

Elda 27 de Noviembre de 2018
Jesús Gandía Núñez

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