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viernes, 7 de diciembre de 2018

PERDIDOS (mIcrorelato)






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PERDIDOS
(Microrelato)

Era un viernes antes de Navidades y en la escuela los maestros habían programado una tarde lúdica y de convivencia.
Toda la clase partió en doble fila con dos de sus profesores, Javi y Alicia, al gran parque que había a las afueras de la población, junto a la hermosa montaña que protegía el pueblo de los fríos vientos del Moncayo.
Era una clase de enseñanza especial a la que asistían desde pequeños Sergio y Antonio dos amigos inseparables y llenos de inquietudes.
Todos dejaron sus mochilas apiladas en un gran banco, para acudir al aviso de los profesores a comerse el bocadillo de la merienda.
Pero Sergio y Antonio siguiendo el vuelo de una mariposa e intentando atraparla, salieron del parque y se adentraron en la maleza del bosque sin darse cuenta de que se alejaban demasiado de sus compañeros.
Perdieron de vista la mariposa y la situación del parque y siguieron caminando sin sendero ni orientación alguna, sin apercibirse de que caminaban en dirección contraria y cada vez se alejaban más de sus compañeros.
Alicia hizo sonar el pito que debía reunir a todos alrededor del banco de las mochilas. Estando todos reunidos Javi los fue contando para ver si faltaba alguno y es cuando se dio cuenta que faltaban dos y eran Sergio y Antonio.
Se alarmaron los dos profesores, por el grave descuido, al no haberse dado cuenta ninguno de los dos, de la salida del parque de los dos pequeños de 8 años que habían desaparecido.
Se quedó Alicia con los niños muy preocupada, mientras Javi a la carrera intentó buscarlos por el bosque sin conseguir su objetivo. Después de más de media hora buscándolos decidió regresar al parque y dar aviso de lo ocurrido al director del colegio; para que a su vez avisara a las autoridades y a sus familias.
Al regreso de Javi, Alicia estaba temblorosa, dándole vueltas al despiste que habían tenido y las consecuencias que podían acarrear. Javi trató de consolarla y animarla, mientras los demás niños todavía inconscientes de lo ocurrido se comían plácidamente la merienda.
Cuando llegó la policía, la guardia civil y Juan el director del colegio, Javi se apresuró a relatar todo lo sucedido.
Entretanto iba oscureciendo y Sergio y Antonio caminaban desconcertados y cansados sin saber a donde se dirigían. Antonio tropezó con una raíz y cayó de mala manera torciéndose el tobillo; Sergio acudió a ayudarle a levantarse, pero le fue imposible ponerse en pie. Aquel tobillo que rápidamente se inflamó no le permitía seguir caminando. Antonio estaba muerto de dolor y Sergio dentro de sus escasos conocimientos se acurrucó junto a su amigo abrazándolo para consolarlo.
La guardia civil hizo un rápido despliegue de sus efectivos, al tiempo que dieron aviso a los pueblos cercanos de aquella desaparición, por si los localizaban por los caminos que comunicaban aquellas localidades entre montañas.
Se había hecho de noche y aunque se había pedidoel refuerzo de un helicóptero para buscarlos, la oscuridad hizo imposible nada positivo.
A pesar de todo, las fuerzas de la guardia civil, seguían peinando aquel espeso bosque sin ninguna nueva novedad.
Los dos niños asustados y con lágrimas en sus ojos permanecían juntos y abrazados a la espera de que alguien diera con ellos.
A pesar de que la luna brillaba en todo su esplendor, la búsqueda por aquel inmenso y profundo bosque se convirtió en una tarea casi imposible. Todos los efectivos de búsqueda iban gritando los nombres de los niños, por si éstos los oían.
Las familias de ambos pequeños aguardaban nerviosos en el parque junto al coordinador de la guardia civil, alarmados cada vez que les llegaban noticias negativas.
Por fin Sergio se desanudó del cuello, aquel bonito pañuelo de boy-scut que le regalara su hermano mayor a su regreso de su último campamento, y como pudo se lo ató a Antonio en el tobillo para que intentara incorporarse. Con quejidos lo hizo el lesionado e intentó moverse apoyándose en el hombro de Sergio; caminaban muy lentos, pero por lo menos se movían, y llegaron a un punto donde la maleza desapareció y pudieron divisar no muy lejos una pequeña luz; sonrieron ambos ante aquel descubrimiento y se dirigieron hacia allí despacito pero ilusionados.
Antes de su llegada a aquella casa, un perro ladró paralizando a ambos y dejándolos petrificados e inmóviles. Al momento apareció un hombre que al oír los ladridos salió a ver que pasaba, y se encontró con aquel cuadro que parecía salido de una de las pinturas goyescas de niños asustados. Por fin el hombre hizo callar al perro y se aproximó a los pequeños preguntándoles que hacían allí. Ellos mudos de espanto no acertaban a pronunciar palabra alguna, hasta que el hombre los acompañó a la casa y con la ayuda de su esposa los acomodó en el sofá junto a la confortable chimenea que lucía un placentero fuego.


Cuando Sergio consiguió balbucear alguna palabra, explicó al matrimonio lo ocurrido. Pedro que así se llamaba el hombre le pidió a su esposa el móvil y llamó a emergencias comunicándoles el encuentro con los pequeños.
Cuando los padres de los niños recibieron la buena noticia, se desató un mar de lágrimas de la alegría y se abrazaron todos a Javi y Alicia que no se habían movido del parque durante toda la noche.
Pronto llegó a la casa del bosque un vehículo de la guardia civil y una ambulancia, rescatando a los niños y trasladándolos al Hospital donde alborozados les estaban esperando sus padres.
Aquella aventura sirvió para que nunca más se alejaran de sus profesores.
Elda 7 diciembre 2018
Jesús Gandía Núñez


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