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OJOS EXPECTANTES
Aquella excursión la llevaba soñando
meses;
prácticamente desde que conoció a Alicia.
Tenía aquella ruta tan recorrida y
trillada
que no había rincón que desconociera.
Enrique llevó a su novia a su charca
preferida,
junto a la cascada de aguas transparentes,
ella se reía cuando caminaba de su mano
cogida
adivinando sus maliciosas intenciones.
El lugar era idóneo, separado de la senda
en medio de un gran bosque de alcornoques
y escondido entre roquedos enormes,
donde sólo se escuchaba
el sonido del agua.
Enrique sacó de su
mochila una pequeña manta
y Alicia pícara le
preguntaba para qué la quería;
él nervioso y
acelerado la abrazó apasionado
dejándose ella
caer con benevolencia sobre la hierba.
Ya no eran
suficientes los besos y los abrazos
los dos
necesitaban dar otro paso,
y él torpemente
fue desabrochando la blusa de ella.
Alicia
espontáneamente notó en el abrazo como crecía
junto a su pierna
algo duro del pantalón de Enrique
y desde luego no
era la armónica con que solía engatusarla.
Fue subiendo la
temperatura entre los dos enamorados,
se habían
despojado de todos sus prejuicios y de la ropa,
se abandonaron a
sus apasionados instintos
y tan sólo se
escuchaban sus quejidos
y el gruñido envidioso
de una solitaria lechuza.
Elda 31 Enero 2019
Jesús Gandía Núñez
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