(relato corto)
En la calle soplaba el viento y
la lluvia golpeaba los cristales de las ventanas.
Juanjo y Felisa, dos abuelos
entrados en años, estaban como de costumbre sentados él en su sillón y ella en
su mecedora escuchando la radio.
La casa estaba en la última calle
del pueblo, y algo aislada por los jardines de una plaza. En aquel pequeño
pueblo de la serranía,
hasta ahora, siempre había habido
tranquilidad absoluta. Pero hacía dos días que las noticias refirieron la fuga
de un peligroso
preso de la cárcel, que distaba 15
kilómetros del pueblo,
y eso fue suficiente para que en
el pueblo corriera la preocupación
más morbosa.
Juanjo y Felisa escuchaban ruidos
en el trastero que daba al patio;
y creyeron que probablemente
serían cosas del gato. Pero cuando se dieron cuenta que el gato estaba tumbado
junto a ellos, bajo la mesa camilla, se miraron uno a otro preguntándose ¿Qué
podría ser aquel enigma?.
Siguió intensificándose el ruido
y Felisa asustada le pidió a Juanjo que mirara a ver de que se trataba.
Juanjo tembloroso se acercó al
armario donde tenía su escopeta de caza, con los nervios alterados casi no
atinaba a colocar la munición en la recámara, y le pidió a Felisa que subiera
el tono de la radio para que nadie escuchara sus pasos; y así lo hizo Felisa,
mientras él se dirigía a la puerta del trastero. Nervioso y con la escopeta
temblando adelantó la mano al tirador de la puerta encañonando con la otra mano
a quien pudiera haber al otro lado. Y en ese momento la radio dio la noticia de
que el preso había sido detenido por la benemérita, y Juanjo y Felisa se
relajaron, y Juanjo abrió distendido la puerta recibiendo un hachazo de un
sicópata desalmado que a continuación asesinaba también a Felisa.
Elda 20 Octubre de 2018
Jesús Gandía Núñez
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