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MORIR DE AMOR
Amanecía todas
las mañanas
en una Alhambra
brillante y remozada,
y por los
jardines se escuchaban
las oraciones de
los musulmanes,
los cánticos de
las huríes
y el repicar de
los timbales.
Alina leía en las
salas principales
aquellos versos
que escribió Mahoma,
con la mayor
dulzura de la fe mora;
ella le ofrecía
su corazón enamorado
a su Dios Alá,
entusiasmada y convencida,
de conseguir el
perdón para su enamorado.
Un día y otro día
la petición se repetía,
hasta que llegó
la fatal jornada
donde su amado
Sulimán fue ejecutado;
y a partir de
entonces Alina
se encerró en sus
habitaciones,
hasta que murió
de pena y desesperanza.
Todavía hoy
discurren por los jardines
las tristes
lágrimas, como perlas,
que en sus
últimos días vertió Alina;
y de sus fuentes
beben jóvenes mozas
que desean
alcanzar un amor imposible.
Elda 8 Octubre
2020
Jesús Gandía
Núñez
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