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EL ROMANCE DE PLÁCIDO Y LAS DOS HERMANAS
Diana la mayor con
ojos azules,
Ana un año menor y
ojos de lechuza.
A las dos Plácido
ronroneaba,
aprovechándose de
ambas.
Como un sol era el
pelo rubio de Diana,
pero cuando movía
el viento
la melena morena
de Ana
las columnas del
Coliseo temblaban.
Las dos hermanas
andaban por Plácido coladas
y los celos las
encrespaban,
Diana más inocente
y noble,
Ana más sensual y
pícara.
El joven tonteaba
con ambas
y se aprovechaba
de sus enojos;
cuando una lloraba
por abandono,
él con gran teatro
la consolaba.
Y así transcurrían
los días,
Plácido toreaba en
ambas plazas,
consiguiendo
siempre rabo y orejas.
Hasta que un día
las hermanas
se enzarzaron con
las manos
y salieron por sus
bocas las verdades más claras.
Cuando quedaron al
descubierto,
los desmanes y
estrategias de Placido,
decidieron
escarmentarlo.
Ana lo citó una
noche junto al río,
y cuando Placido
estuvo en cueros y a tiro,
la muchacha con
gran parafernalia
y como un erótico
juego,
lo ató, con
susurros, a un roble viejo.
Y allí quedó el
joven con la cara pálida y dando gritos,
bajo una luna que
se mofaba
del gran cartel
que le escribió Diana.
Y que decía:
“Ahí tenéis al
pendejo que nos llevó engañadas,
y lo que queda de
un pájaro,
cuando lo acosan
las alimañas.”
Por la mañana,
cuando llegaron las lavanderas
y vieron el cuadro
y el panorama,
le cantaron a coro
una nana:
“Pájaro que no se
conforma con una tarta
y pretende todas
probarlas,
se le acaba
cayendo la cola
y se queda sin una
y sin otra,
encerrado en la
jaula…jajaja.”
Elda 9 Julio 2021
Jesús Gandía Núñez
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