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MALDITOS RUIDOS
Esos ruidos que
me asedian,
me acobardan, me
abruman,
que rompen la
armonía de la vida
y a mis delicados
tímpanos torturan.
Cabalgan sin
compasión sobre las motos,
sobre la
cortadora de césped,
la inocente
lavadora,
la infame
secadora,
o el frugal
lavavajillas.
Me persigue por
las esquinas
el intermitente
sonido de los bomberos,
la insistente
sirena de la ambulancia,
o el acelerón
improvisado de la policía.
La ciudad es un
manicomio
de alocados
sonidos,
donde nunca
reposan los oídos,
siempre alertas
al siguiente ruido.
Festejo con
euforia el silencio del bosque,
la quietud de sus
habitantes
y el tímido
respeto de los animales
que no se pronuncian por no molestarse.
6 Julio 2021
Jesús Gandía
Núñez
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