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viernes, 17 de junio de 2022

HISTORIAS POPULARES DE BOLÓN

 

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HISTORIAS POPULARES DE BOLÓN

Casi todos los viernes tengo una cita con mi amigo el Peñón del Trinitario. Él, con su pétreo y silencioso gesto, me expresa historias de Bolón asombrosas. La que me ha contado hoy, no sé si creérmela. Dice, que durante siglos, corrió de boca en boca. Y comienza así:

“Hace millones de años, las montañas no estaban situadas en el lugar donde están ahora. Y solo sobresalían del mar, que ocupaba nuestro Valle, unos cuantos cerros de poca monta. Pero llegaron años de convulsiones y aquellos pequeños montículos crecieron y el mar desapareció de nuestro entorno. Fueron tiempos de hecatombes, de movimientos sísmicos y de desproporcionados abultamientos que se asentaron en el Valle. El más significativo, la sierra del Cid que se convirtió en la montaña que siempre abanderó a sus habitantes.

Hubieron otros pequeños roquedos menores, pero también importantes, como el Marín y Camara, y en particular el monte Bolón que por su cercanía, fue materia prima para los habitantes de Elda. De él, se proveían de leña, de hierbas curativas, y utilizaban la abundancia de esparto para hacer diversos capazos, serones y albarcas. También abancalaron Bolón hasta media altura, para la producción de cereales. Y al Valle lo dividía, el precioso río Vinalopó, que era la arteria principal que le daba vida, y el cual cruzaban sus habitantes, por distintas pasarelas”

Hasta aquí, y de todo esto, si que hay constancia, por los documentos que se han encontrado, pero lo más difícil de creer, es lo que me ha dicho después:

“Todas las cuevas de Bolón, eran utilizadas, algunas como lugares sagrados, donde se celebraban ritos funerarios e incluso para enterramientos. Cada cueva tiene su historia propia, y la más conocida soy yo, el Peñón del Trinitario, aunque ahora estoy bastante desfigurado, debido a la erosión por lluvias y vientos. Pero, desde la mayoría de las cuevas, podíamos observar, con detalle, los movimientos de los habitantes del pueblo y la llegada de invasores, así que éramos puntos estratégicos donde siempre había algún centinela o vigilante.

Más cercano a nuestra actualidad y durante la guerra civil, las cuevas se volvieron a utilizar de escondite. Al igual que las del Marín, donde incluso estuvo refugiado un “maki” algunos meses, y su familia le hacía llegar alimentos para que sobreviviera”.

Después me ha dicho el Peñón entristecido:

 “He quedado tan solo yo, como único heredero de todas estas historias, y me temo, que pronto, las pocas rocas que me apuntalan, se verán abocadas al vacío, desmembradas en pequeñas y tristes piedras desconocidas y sin nombre. Nadie recordará, a la vuelta de cien años, mi porte elegante, ni mi importancia”

Terminada su oratoria, y bajo el pinar, retomo yo la palabra y me despido de mi amigo con la mano en el pecho y cojo el camino de regreso, antes de que las altas temperaturas, me dejen aquí escocido y tieso.

Elda 17 junio 2022

Jesús Gandía Núñez  

 

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