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LOS “PUNTAZOS” DE ENRIQUE (Cuento infantil)
Enrique, no era el chico con el mejor físico de la clase, de hecho a
duras penas aprobaba con un raquítico cinco los exámenes de gimnasia. Pero era
muy inteligente y prestaba mucha atención a las explicaciones de sus maestros.
Llegó al colegio, por enfermedad de su profe de siempre de Educación
Física, Luis, un joven licenciado con nuevas ideas, que calaron muy hondo en
Enrique; se trataba de una forma de interpretación de los mapas por el sistema
Dufourd.
El niño, que acababa de cumplir doce años, se empapó con aquellos
signos y normas de orientación, y aunque al principio le resultaron algo
confusos, pronto se fue familiarizando con ellos. En una prueba que hizo el
profesor en el cole, donde escondió “una tiza azul” en un punto secreto,
designado en un plano con signos Dufourd, fue Enrique el primero en encontrar
la tiza. Eso le dio al chico un “puntazo” sobre sus compañeros de clase, que lo
tenían clasificado como “melindroso” y de muy poco físico.
Tras aquella prueba, y aprovechando la salida de excursión que había
programado la dirección del colegio, a un área recreativa de monte, a las
afueras del pueblo; Luis, el joven profesor, recorrió el domingo anterior la
zona, y trazó un plano Dufourd, hasta el punto donde escondió el libro, que
sería el premio a quien lo encontrara el primero.
La víspera de la excursión, Enrique estaba inquieto, y apenas pudo
conciliar el sueño. Estaba convencido de que aquella aventura podía darle
nuevos valores ante sus compañeros. Haría todo lo posible por vencer en la
prueba que les había anticipado el profesor.
Llegaron al área recreativa, cantando canciones y muy contentos. Y
después del almuerzo, los reunió Luis, y tras darles las normas para que
ninguno se perdiera y no se salieran del área que la limitaba un riachuelo en
una parte, y en la otra una carretera; les dio un pequeño croquis a cada uno y
cuando todos lo tuvieron tocó el silbato de salida, advirtiéndoles que no se
precipitaran, porque si se equivocaban nada más empezar, no lo encontrarían.
Enrique lo estudió con calma, dejando que otros más explosivos
comenzaran a caminar en la búsqueda del libro. Algunos se confiaron de los
primeros que se alejaban y los siguieron, pero Enrique a pesar de que se quedó
el último, interpretó muy bien los datos del profesor y llegó al punto donde
estaba escondido el libro el primero. Regresó hasta el inicio y cuando llegó,
Luis lo felicitó de nuevo y le explicó que aquel libro se llamaba “LA PUNTA
DUFOURD”, un monte de los Alpes, y que le habían puesto ese nombre, en homenaje
al General francés que inventó este sistema de orientación.
Ni qué decir, la alegría de Enrique, cuando recibió la felicitación de
su profesor, ante todos sus compañeros, Eso supuso otro “puntazo” para el
chiquillo al que ahora todos admiraban y dejó de ser el “torpe de gimnasia”.
Elda 8 de junio 2022
Jesús Gandía Núñez
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