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LA CITA
Su exquisito perfume me hechizaba,
su mirada nublaba mi vista,
su voz era modulada y dulce
y sobresalían las curvas de su silueta
con la fuerza de un iceberg que emergía.
Me sentía como un imán atraído por ella,
por su boca roja y exquisita,
por esos labios de mermelada pura,
y por esa carita que suspiraba
como la mismísima Virgen María.
Hasta su sombra me seducía
y cuando llegó la hora de nuestra cita;
me temblaban las piernas,
balbucía las palabras
y perdí por completo la compostura.
Ya no la recuperé en toda la noche.
Por fin se entregaba por entero,
sin tapujos ni medias tintas;
se abandonó a mis brazos
hasta que deshojé la margarita.
Su suave piel se convirtió en torrente de energía,
sus brazos y piernas en tenazas de forja
y su cuerpo entero hervía
al calor de mis caricias.
Aquella velada creó adicción temeraria,
y se sucedieron las noches de arrebato;
siempre dando amor y candela
con la pasión de dos jóvenes enamorados.
Elda 12 Febrero 2019
Jesús Gandía
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