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SONRISA CONGELADA
Soplaba con fuerza el viento,
el frío congelaba sus dedos,
y el cansancio le hacía mella
en unas piernas bloqueadas…
vacías.
Pero la cumbre estaba cerca,
y no iba a tirar por la borda
todo su esfuerzo de muchos días:
decidió continuar con su
odisea.
Se agarró con fuerza a su
voluntad,
buscó energías donde ya no
habían,
y palmo a palmo avanzó
enloquecido
a una cumbre que sería su
tumba.
Al día siguiente localizaron su
cuerpo,
cogido a la Cruz, congelado y
maltrecho,
pero asomando, entre el rictus
de sus labios,
se percibía… una última sonrisa
de gloria.
Elda 26 Febrero 2020
Jesús Gandía Núñez
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