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EL
PODER DE LOS GENES
Alegre
y sonriente caminaba de niña a diario,
por
el sendero que enlazaba con el bosque,
entre
ocres viñedos y hermosos olivares.
No
llevaba ninguna dirección concreta,
pero
sus ojos eran una esponja viviente
que
acumulaba toda la belleza del entorno.
No
era algo inusual ni improvisado,
era
innato en ella, ese afán de aprendizaje,
que
llevaba a cabo sobre la naturaleza.
Desde
muy chiquita le enseñó su abuelo
a
amar y escudriñar todo lo que la rodeaba,
tomando
nota de cualquier bicho viviente.
Se
convirtió en una verdadera experta
que
dominaba tanto matorrales
como
árboles de la zona y animales.
Regresaba
a casa con información detallada
que
contrastaba con su abuelo,
y
éste se sentía muy satisfecho con su nieta.
Creció
la niña y terminó la escuela,
se
formó en la Universidad más cercana
y
habiendo heredado experiencia tan sabia,
pronto
se convirtió en gran ingeniera agrónoma.
Y
aunque su abuelo no pudo ser testigo de ello,
pues
muy pronto pasó a mejor vida,
ella
se propuso darle a su pueblo riqueza.
Experimentó
con nuevos cultivos,
montó
una cooperativa agrícola
y
la granja más hermosa de la comarca.
Aumentó
la población del pueblo,
y
dio trabajo a los agricultores cercanos,
todo
gracias al abuelo enamorado de la naturaleza.
Elda 9 de Diciembre 2020
Jesús Gandía Núñez
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