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UN APURO INMINENTE
Caminaba un hombre
a pasos grandes
entre calles
abarrotadas y tráfico abundante
buscando,
desesperado con la mirada,
un lugar plácido
que no encontraba.
Por fin llegó
desesperado a las letrinas
para aliviar el
dolor de barriga;
comenzó por un
concierto de tripas,
seguido de sonido
de timbales
hasta que estalló la mascletá.
Se le enfrió el
sudor de la cara
y se relajó el
resto de su hombría,
mientras actuaban
las encimas
y de nuevo
apareció en su semblante la alegría.
-¡Dios mío… bendito
desahogo!
Gritó satisfecho
el hombre a la letrina;
Y es que no hay
agobio más grande
que encontrarte en
ese apuro
sin hallar la esquina adecuada.
Aquella
desencajada cara,
que penetró con
remilgos,
en la sucia
estancia a toda prisa,
salió complacido y
sonriente
como si saliera…
del Palacio de Oriente.
Elda 28 Diciembre
2020
Jesús Gandía Núñez
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