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EL
CANGREJO SABIO (Cuento infantil)
Luisito,
que acababa de cumplir 8 años, vivía a escasos metros del puerto, frente a un
pequeño rompeolas.
Su
padre era marinero y embarcó para varios días, con dos compañeros más y el
patrón del barco.
Durante
su ausencia era Patricia, su madre, la que se encargaba del niño.
Pero
a Luisito le encantaba contemplar el mar desde las rocas.
Cada
día al regresar de la escuela, y antes de entrar en casa, se apostaba sobre una
gran roca, que ejercía de rompiente. Contemplaba entusiasmado la espuma del
agua y su enorme
potencia
y siempre quedaba hechizado.
Pero
desde unos días atrás, estuvo observando a un cangrejo. Era muy ágil, a pesar
de su gran tamaño, hacía acrobacias delante de sus narices.
Aunque
al principio no le dio importancia, al tercer día, pensó que se estaba burlando
de él, e intentó con un hilo atraparlo. Pero el cangrejo le hizo un quiebro y
se ocultó.
Al
día siguiente volvieron a encontrarse y la misma faena. La burla del cangrejo le
pareció a Luisito un insulto. Así que se hizo con una caña larga y le ató un
hilo. De esa forma podía
esconderse
tras otra roca y esperar a que el cangrejo pícara en el gusano que había atado junto
al lazo del hilo.
Pero
aquel espabilado cangrejo ya estaba de vuelta de aquellas artimañas infantiles,
que le hacían a diario otros niños y no picó.
Además
se pavoneó delante de Luisito y de su amigo Pedro que lo acompañaba.
Entonces,
Luisito fuera de sí, trató de alcanzarlo, pero resbaló cayendo al agua.
Pedro
tan infantil como Luisito, no supo qué hacer y salió corriendo a pedir ayuda. Como
la casa de Luisito era la más cercana. Fue su madre la primera en enterarse y
con
un
salvavidas atado a una cuerda fue en su auxilio. En un instante llegaron Pedro y
la señora Patricia, madre de Luisito, y quedaron sorprendidos. Una congregación
de cangrejos rodeaba al niño. Lo mantenían flotando, un poco alejado, para protegerlo
y que no se golpeara con las rocas. Pues en aquellas rompían las olas con
fuerza y habría tenido fatales consecuencias.
La
señora Patricia lanzó a Luisito el salvavidas. El niño se agarró a él con
fuerza y se dejó arrastrar por su madre. Ayudada por Pedro, tirando ambos de la
cuerda, consiguieron sacarlo
del
peligro.
A
partir de aquel día el niño ya no volvió a hacer equilibrios sobre la roca,
pero desde un sitio seguro le hacía gestos cariñosos al cangrejo misterioso.
Y
es que aquel, era el rey de los cangrejos, el más grande, pero también el más
listo.
Elda
7 abril 2022
Jesús
Gandía Núñez
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.
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