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RIESGO, EL MÍNIMO
Sudorosos por el
esfuerzo,
rotos y agotados
físicamente,
con la moral por
los suelos,
pero con un solo
pensamiento:
conseguir aquella
difícil cumbre.
Más lentos, pero
sin rendirse,
continuó el grupo
el ascenso,
sin prestar
atención al tiempo
que cada vez
pintaba más negro.
Comenzó a rugir
la tormenta
y el grupo de
montañeros
se refugió bajo
un roquedo,
para equiparse de
chubasqueros.
Estaba muy cerca
la cumbre
y a pesar del
gran cansancio,
los cuatro
estaban resueltos
a llegar hasta lo
más alto.
Cuando
reemprendieron la marcha
arreció, cruel el
viento,
perdieron casi el
equilibrio,
y tuvieron que
agarrarse al roquedo.
Aquellas ráfagas
de nieve y viento,
apenas
consiguieron detenerlos,
pero de pronto se
vio un relámpago
y antes de
escuchar el trueno
cayó fulminado
por un rayo
el que iba de
primero;
se lo tragó el
abismo,
no hubo forma de
recuperarlo.
Entristecidos y
ofuscados,
regresaron al
punto de partida.
Conclusión:
“Ninguna montaña
se merece
que arriesguemos
por ella la vida
y perdamos el
placer de disfrutar
del resto de
cumbres del Planeta ”.
18 abril
2022-Jesús Gandía Núñez
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