Pues
sí queridos…
a
partir de los setenta
hice
un montón de amigos.
Me
saludó una hernia discal,
que
descompensó mi esqueleto,
y
me llevó por malos caminos;
hasta
que desemboqué, ya muy dolido,
junto
a otro buen amigo:
Extenosis
de canal
¡Al
que histérico maldigo!
tras
tenerme 4 meses
entre
sofá y cama tendido.
Y
ahora con tan sólo 71
y
después de dejar
en
este corto camino
a
mi “amigo extenosis”
y
haberse instalado en mi cuerpo
una
artrosis de cadera,
se
acabaron mis jovis favoritos.
Por
si fuéramos pocos
me
he echado un compañero nuevo:
se llama “Queratosis Actínica”
y
la verdad, su feo aspecto,
no lo define como muy bueno.
Todavía
nos estamos conociendo.
Yo
trato de adivinar
su
siguiente ciclo
y
él trabaja a destajo, bajo mi piel,
como
minero con pala y pico.
De
momento voy saliendo del paso.
Salgo
a la calle disfrazado;
para
que el sol y sus rayos
no
se ceben en mi delicado cuerpo.
Gorra,
gafas y cremas
son
mis habituales aliados;
y
la agradable sombra,
la
directriz de mis escasos paseos.
Hay
que ver que agradables amistades,
se
echa uno, a partir de los setenta.
Con
tan abundantes compañeros,
siempre
te sientes protegido.
Porque
al haber tanto okupa,
no creo
que se atrevan,
a
instalarse más enemigos.
Elda
17 Septiembre 2018
Jesús
Gandía Núñez
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