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CON COMPLICIDAD DEL VERANO
Medraba la joven virtuosa
entre los consejos maternos,
de proteger su principal tesoro
de la fogosidad masculina
y las tentadoras insinuaciones
que le hacía, cada noche, su
novio.
Resistía muy a duras penas
los envites del guapo mozo;
así que cada día se cubría
con doble vestido y sayas
para dificultar las varoniles
maniobras
del joven enamorado y en
ascuas.
Pero una agobiante noche de
verano
donde hasta un pañuelo de seda
resultaba tan molesto como una
manta,
la moza descuidó su armadura
y dejó sus carnes al alcance de
la lujuria
y él no desaprovechó el
veraniego regalo.
Fue tanta la gloria que ambos
experimentaron
que desde aquel momento en
adelante
todos los día fueron verano;
y hasta la joven maldijo
todas las noches perdidas
invierno, primavera y otoño
desperdiciados.
Perdió la hija la virtud, tanto
tiempo escondida,
culminando el deseo de ambos
de aplacar aquel amor
inflamado,
y comprendiendo que no hay
mejor tesoro
que dar alas a un amor
reprimido.
Elda 27 Septiembre 2020
Jesús Gandía Núñez
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