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EL GATO Y EL RATÓN (Cuento
infantil)
Augusto era un gato precioso, y
vivía con una familia que le tenía mucho cariño. Para Marta, la niña pequeña,
el gato era su mejor amigo y junto a él pasaba muchas horas jugando en el
pequeño jardín de su casa.
Pero un día pasó por aquella
calle el ratón Mauricio, un pillín que llevaba frito a todo el vecindario
porque roía todo lo que encontraba en su camino, y le gustó la casa donde vivía
Marta.
Primero dio dos vueltas por el
jardín y en vista de que no había nadie, fue buscando una rendija para colarse
en la casa. Se paseó por el pasillo, por las habitaciones y la cocina. Cuando
llegó a la cocina y olió al guisado que estaba cocinando la madre de Marta,
pensó que quedándose en aquella estancia no iba a pasar hambre, pues siempre
tendría a mano algo para roer. Así que se coló entre las cazuelas y se amagó
tras una tapadera.
El gato Augusto, después del
paseo con Marta, llegó al jardín y siguió con sus juegos, persiguiendo a las
hormigas. Y Marta fue derecha a su habitación a dejar el cuento que acababa de
leer. En un descuido Mauricio, que era muy curioso, salió de entre las ollas y
entró en la habitación de Marta. Cuando tuvo el cuento a su alcance, comenzó a
roerle las tapas sin piedad ninguna. Y cuando se hartó regresó al escondite de
la cocina.
Cuando la mamá de Marta la
llamó para comer, ella y Augusto dejaron de jugar en el jardín y entraron a la
casa. Una vez concluida la comida, Marta se fue a su habitación y Augusto a su
capazo a hacer la siesta.
Menudo disgusto se llevó Marta cuando
vio su cuento nuevo con las tapas rotas. Salió muy enfadada a preguntarle a su
mamá si lo había hecho ella. Su madre asombrada de aquella travesura, de
seguida pensó que era trabajo de un ratón y llamó a Augusto, que dormía plácidamente.
Solo le dijo ¡BUSCA! Y Augusto se puso a rebuscar por la habitación de Marta.
No pudo encontrar nada, pero
siguió buscando por las demás habitaciones maullando sin parar. Y el ratón
Mauricio en cuanto lo oyó, salió disparado de entre las ollas y por una ventana
saltó afuera al jardín y de allí a la calle, moviendo el rabo como si fuera un
molino de viento. Augusto se dio cuenta de seguida y aunque lo persiguió hasta
la puerta de la calle, desde allí vio cómo Mauricio desaparecía entre los
matorrales del parque más cercano.
Cuando el ratón se percató de
que Augusto era el guardián de la casa de Marta, nunca más se acercó a ella.
Ese episodio le hizo aprender
al ratón Mauricio que no hay que ser travieso y además que hay que huir de
donde haya gato, perro o algún peligro que desconocemos.
Elda 3 Febrero 2021
Jesús Gandía Núñez
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