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ZORAIDA Y LA ARDILLA (Cuento infantil)
Sucedía casi todos los días. Cuando Zoraida caminaba
de regreso del colegio a su casa, en las afueras del pueblo, siempre se le
cruzaba una ardilla y durante un buen trayecto, caminaba paralela a ella
refugiándose en los troncos de los árboles y de vez en cuando haciendo
extravagantes piruetas.
La niña ya tenía 12 años y estaba acostumbrada a hacer
aquel trayecto de vuelta sola, porque por la mañana era su padre el que la llevaba
a la escuela.
Así que, la compañía de la ardilla le resultaba a la
niña muy divertida y se le hacía el trayecto más corto al ir siguiendo sus
travesuras.
Llegó un día que Zoraida, ya a la puerta de su casa,
se atrevió a acercarse a la ardilla y sacando de su mochila, el medio bocata
que le había sobrado del almuerzo, se lo ofreció con delicadeza, y el simpático
animalito, al principio con reparo y después con firmeza, se lo fue comiendo
todo como si fuera una golosina.
A partir de aquel día, Zoraida le pidió a su madre que
le preparara dos bocatas, y le explicó para quien era el segundo y a su madre
le dio por reírse a carcajadas, diciéndole que las ardillas no comían más que
piñas de los pinos, pero la niña no le replicó, y cuando regresó del colegio
antes de despedirse de la ardilla llamó a su madre para que viera con que
gracia devoraba el bocadillo la ardilla.
La madre se quedó impresionada y desde aquel día no
dudó en ponerle un segundo bocata a Zoraida, sabiendo que así vendría siempre bien
acompañada.
Y es que la ardilla no lo hacía por la comida, pues
tenía en el monte piñas de sobra. Pero le encantaba la delicadeza de la niña y
la buena armonía que existía entre ambas. A veces en la vida no es más importante lo material, sino la amistad y
el trato.
Elda 01-02-2021
Jesús Gandía Núñez
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.
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