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sábado, 27 de febrero de 2021

EL GNOMO TRAVIESO

 

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EL GNOMO TRAVIESO (Cuento infantil)

Le llamaban RAYO, porque aparecía y desaparecía en un instante y a pesar de sus continuas travesuras, todo el pueblo estaba entusiasmado con su gnomo.

RAYO, debía de tener como trescientos años, porque todos habían oído hablar de él a sus bisabuelos y estos a los suyos, así que nadie podía calcular su edad exacta.

El gnomo vivía cerca de la laguna que había a la entrada del pueblo y que en verano aprovechaban los habitantes para darse un remojón y tomar el sol en sus orillas cubiertas de hierba. Y al gnomo, le encantaba quitarles la ropa mientras se bañaban, esa era su travesura favorita; se alejaba con las ropas y tenían que salir corriendo a buscarla, aunque siempre se las devolvía.

Como cuando quería desaparecía nunca pudieron darle una reprimenda, pero sí que oían sus risas cuando se alejaba.

También disfrutaba descolgado la ropa recién lavada que las mujeres tenían tendida para que se secara. Así que a veces la ropa de una casa estaba tendida en el patio de la vecina. Pero como no tenían soluciones para aquel problema, la actitud de los habitantes de aquel pueblo era siempre serena, cuando no encontraban en su cuerda la ropa, preguntaban en la casa más cercana y allí aparecía. Todos aceptaban sus travesuras.

Pero una joven llamada Luisa, ideó una trampa para darle una lección a RAYO.

Colgó entre las prendas una trampa con pintura roja y cuando RAYO se acercó a cogerlas, le cayó encima toda la pintura del cubo, cubriéndolo de color rojo. Y a pesar de que huyó enseguida, fue dejando por el camino un reguero de pintura. Luisa no tuvo más que seguir el rastro de las huellas hasta el agujero donde se escondía. Y allí estuvo esperando preparada con un saco hasta que RAYO, al intentar salir para hacer otra de las suyas, quedó prendido en el saco.

Luisa cargó con el gnomo y lo llevó al Ayuntamiento, donde recibió la primera reprimenda de su dilatada vida, y para que le soltaran tuvo que prometer que nunca jamás volvería a hacer fechorías. Y a partir de aquel día RAYO ya no necesitó desaparecer para nadie, porque se portaba muy bien y a todo el mundo saludaba. Y a veces ayudaba a Luisa en sus tareas diarias, pero antes tuvo que darse un buen baño en la laguna para limpiarse la pintura roja.

Elda 27 Febrero 2021

Jesús Gandía Núñez

 

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