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ESTO NO ES UN CUENTO
A veces la vida te lleva por lugares desconocidos, eso
nos pasó ayer en Elda, a mi hermano y a mí.
Dábamos un paseo por las afueras, vimos un tramo de asfalto roto
y abandonado paralelo a la carretera, y por no ir por ella pendientes de los
coches, lo seguimos. Pero poco a poco divergió de la carretera.
En primer lugar pasamos por unas casas de campo, a continuación
se convirtió en un barrio de calles sin salida, un barrio solitario, que no
sabíamos ni que existía.
Se acabaron las calles del barrio y el asfalto, y a
continuación seguía un barranco de maleza. Enfrente, al otro lado, divisamos la
estación. Así que bajamos hasta al fondo del barranco, y ya en el, recordé que,
hace más de 30 años, continuando por aquella senda del fondo, regresamos otro
amigo y yo de una excursión y fuimos a parar a uno de los caminos que llegaban
al río Vinalopó
Así que cruzamos por el túnel, bajo la vía del tren, y al otro lado nos vimos inmersos en el cauce de un canal seco y amplio, con paredes de más de tres metros de alto. Pensamos que en algún punto encontraríamos alguna salida de emergencia y seguimos caminando. Por momentos se fue nublando el cielo y cubriéndose de nubes. Nos entraron las dudas y no sabíamos si continuar o regresar por donde habíamos venido, por miedo a que se desatara una tormenta y nos pillara apresados en aquel cauce desconocido.
Pero en la confianza de que llegaríamos al río,
convencí a mi hermano para continuar adelante. Por fin llegamos al cauce del río
Vinalopó y vimos que no teníamos más salida que seguir su cauce, cosa que
empeoraba nuestra situación.
Buscando recursos a nuestro alrededor, encontramos una
vieja silla, sin culo y el respaldo roto. La colocamos en la zona más baja del
cauce y subiendo primero uno y luego el otro sobre la parte alta del respaldo,
con temor por si se rompía, pudimos agarrarnos a los barrotes de la verja que
lo delimitaba, y haciendo un gran esfuerzo, superar el cauce y respirar con
ganas, para salir de aquel embrollo que nos prepararon el destino y las bobas
circunstancias de no interpretar bien, que durante los años que habían pasado, hicieron ese cauce y cambió mucho el paisaje y su entorno.
Salimos frustrados, con cara avergonzada, y como dos
chiquillos rateros, nos escabullimos entre los paseantes, que asombrados miraban
como dos abuelos de más de 73 y 74 años se encabritaban sobre la silla rota y
la verja para salir del cauce.
Moraleja: Cuando veáis un asfalto poco uniforme, no os
fieis de a donde conduce, pues suele ser a un destino imprevisto y enigmático.
Elda 17 Diciembre 2021
Jesús Gandía Núñez
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