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viernes, 17 de diciembre de 2021

ESTO NO ES UN CUENTO

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ESTO NO ES UN CUENTO

 

A veces la vida te lleva por lugares desconocidos, eso nos pasó ayer en Elda, a mi hermano y a mí.

Dábamos un paseo por las afueras, vimos un tramo de asfalto roto y abandonado paralelo a la carretera, y por no ir por ella pendientes de los coches, lo seguimos. Pero poco a poco divergió de la carretera.

En primer lugar pasamos por unas casas de campo, a continuación se convirtió en un barrio de calles sin salida, un barrio solitario, que no sabíamos ni que existía.

Se acabaron las calles del barrio y el asfalto, y a continuación seguía un barranco de maleza. Enfrente, al otro lado, divisamos la estación. Así que bajamos hasta al fondo del barranco, y ya en el, recordé que, hace más de 30 años, continuando por aquella senda del fondo, regresamos otro amigo y yo de una excursión y fuimos a parar a uno de los caminos que llegaban al río Vinalopó

Así que cruzamos por el túnel, bajo la vía del tren, y al otro lado nos vimos inmersos en el cauce de un canal seco y amplio, con paredes de más de tres metros de alto. Pensamos que en algún punto encontraríamos alguna salida de emergencia y seguimos caminando. Por momentos se fue nublando el cielo y cubriéndose de nubes. Nos entraron las dudas y no sabíamos si continuar o regresar por donde habíamos venido, por miedo a que se desatara una tormenta y nos pillara apresados en aquel cauce desconocido.

Pero en la confianza de que llegaríamos al río, convencí a mi hermano para continuar adelante. Por fin llegamos al cauce del río Vinalopó y vimos que no teníamos más salida que seguir su cauce, cosa que empeoraba nuestra situación.

Buscando recursos a nuestro alrededor, encontramos una vieja silla, sin culo y el respaldo roto. La colocamos en la zona más baja del cauce y subiendo primero uno y luego el otro sobre la parte alta del respaldo, con temor por si se rompía, pudimos agarrarnos a los barrotes de la verja que lo delimitaba, y haciendo un gran esfuerzo, superar el cauce y respirar con ganas, para salir de aquel embrollo que nos prepararon el destino y las bobas circunstancias de no interpretar bien, que durante los años que habían pasado, hicieron ese cauce y cambió mucho el paisaje y su entorno.

Salimos frustrados, con cara avergonzada, y como dos chiquillos rateros, nos escabullimos entre los paseantes, que asombrados miraban como dos abuelos de más de 73 y 74 años se encabritaban sobre la silla rota y la verja para salir del cauce.

Moraleja: Cuando veáis un asfalto poco uniforme, no os fieis de a donde conduce, pues suele ser a un destino imprevisto y enigmático.

 

Elda 17 Diciembre 2021

Jesús Gandía Núñez

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