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LA NAVIDAD NO ES LO MISMO PARA TODOS (Cuento)
Hay muchas
familias que viven en precario, como la de nuestro protagonista.
Raúl, con sus siete años a cuestas, era huérfano de madre, desde que tenía tres, y junto con su padre y su hermanita Gloria dos años más pequeña que él vivían en un barrio pobre de las afueras de la gran ciudad.
El padre marchaba a trabajar a las siete de la mañana,
tenía una hora de camino y era el niño el que se tenía que encargar todos los
días de su hermana. Le hacía el desayuno, la acompañaba al colegio y la
recogía. Al medio día, calentaba lo que su padre había cocinado la noche
anterior y ambos comían. Y sin más alegrías así de monótonos pasaban los días y
los meses.
Pero hoy era noche Buena y Raúl quiso compensar a su
padre por todos los desvelos que tenía por ellos. Había visto como en alguna
esquina, cerca del colegio, un mendigo harapiento, pedía a los padres que
llevaban a los niños al cole, su voluntad. Así que ese día al salir de clase,
con su hermana, se sentaron en la esquina de la parroquia y con una pequeña
caja que pudo coger de un contenedor de cartón, se pasaron un par de horas
pidiendo a todas las personas que pasaban.
No tuvieron mucha suerte, pero cuando ya desesperado
Raúl de ver la poca voluntad de los paseantes, estaba a punto de claudicar,
llegó una señora de la casa de enfrente, que los había estado observando y
preguntó a Raúl - ¿Por qué pedís? El niño, muy avergonzado le contestó –
Queríamos comprarle a mi padre una bicicleta para que no tuviera que caminar
tanta distancia para ir a trabajar todos los días. La señora le dijo – Mi marido
falleció el año pasado y también usaba la bicicleta para ir al trabajo, yo no
dispongo de dinero para daros, pero sí que os puedo regalar la bicicleta para
vuestro padre.
Los ojos de Raúl se llenaron de lágrimas y se abrazó a
la señora, la acompañaron a su casa y Raúl, todo orgulloso, cogió la bici, como
pudo, por el manillar con una mano y con la otra a Gloria, hasta que llegaron a
su casa.
Aquella noche cuando su padre terminó la jornada,
ambos niños lo esperaban tras la puerta con las luces apagadas, y el padre
extrañado, entró, y se llevó una gran sorpresa por el abrazo entusiasmado de
sus hijos, ofreciéndole la bicicleta.
Cuando Raúl le contó toda la historia a su padre, éste
se ofreció a darle las gracias a la señora, y ese encuentro no terminó ahí,
sino que hicieron una gran amistad y congeniaron tanto que la mujer dejó de ser
viuda y los niños huérfanos.
Y es que la magia de la Navidad es capaz de conseguir la felicidad, a
veces, con solo desearla.
Elda 24 Diciembre 2021
Jesús Gandía Núñez
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