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SE
ROMPIÓ EL SILENCIO
Disfrutábamos
de un paseo placentero,
no
solo por el lugar y el silencio,
sino
porque la elevada temperatura,
era
aliviada por un agradable viento fresco.
Pero
como casi siempre ocurre,
algo
rompe la magia de un buen momento;
en
un cruce del camino,
se
incorpora, por nuestra espalda
y en
nuestra misma dirección y ritmo,
alguien
que habla como una cotorra.
Como
venían tras nosotros,
por
educación, no me giré para verlas,
pues,
creía que eran dos muchachas,
No
aguantó, ni resistió más, mi curiosidad
me giré,
y observé que era una sola
que
hablaba con un móvil,
sin
dejar que éste respirara.
La
cotorra seguía hablando,
una
conversación monopolizada,
sin
dar opciones a que su interlocutor
pudiera
pronunciar palabra.
Éste
egoísmo de oratoria,
no
es más, que un avasallar al escucha,
sin
permitirle que se exprese,
evitando
que nos lleve la contraria.
Me
inserto entre esos pecadores,
dándome
cuenta de que cuando hablo
solo
deseo contar mi historia,
sin
tener presente el mérito del escuchante,
que
también tendrá sus buenas razones.
Elda
30 mayo 2022
Jesús
Gandía Núñez
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