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UN
OASIS PARA EL DESCANSO
Acaban
de hacerse presenciales
las
primeras amapolas de la primavera,
porque
hasta hace poco
solo
se podían ver virtuales
y
de anodina manera.
Llega
Gustavo, tras un largo y penoso viaje,
para
descansar, por fin, en el silencio amable
de
un lugar habitado por mudos y sordos,
donde
los vecinos apenas se conocían,
y
las noches se hacían eternas.
Era
una estancia donde no se necesitaba pedir cita,
y
a la que se podía acceder cualquier día,
a
veces, hasta en contra de tu rebeldía.
Gustavo
echó una mirada desde su tercer piso
y
comprobó que la paz le daba la bienvenida;
cerró
complacido los ojos,
y
dormitó, desechando las penas
que
nunca más le agobiarían.
Elda 16 mayo 2022
Jesús
Gandía Núñez
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