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UNO ENTRE CUARENTA MIL
Las casas llenas de luces y
guirnaldas,
las calles del pueblo de
luminosos colores,
suena por todas partes la
música navideña
y al resguardo de un cajero
acude un miserable.
Lleva a cuestas una bolsa y una
manta,
enterrada en ella todo su
patrimonio.
Arrastra como puede un cartón
enorme
y una tristeza horrible en la
mirada.
Para Tomás, otra noche entre
muchas solitarias,
olvidado de amigos y familiares
desde hace años,
no distingue
entre clases “de noche buena o Semana Santa”
solo entiende de noche fría o congelada.
Siente en el fondo lo precario de su existencia;
pero se acostumbró a las noches
eternas
y a los días de lluvia y viento
amargos.
Ahora es como un robot
liberado, sin control,
con el único pensamiento de
encontrar un caldo.
Cuando lo consiga lo degustará
sin prisas
intentando que el calor le
dure hasta la madrugada.
Va desapareciendo la gente de
las calles
y Tomás se queda dentro del
cajero acurrucado,
ya ni siquiera le llega la
música de los villancicos,
arrastra tanto cansancio, que
cerró los ojos hace rato.
Y sigue la fiesta en las casas
por todo lo alto,
mientras en nuestra España
cerca de 40.000 sin hogar están congelados,
al son de canciones de paz y
felicidad, sin que nadie se conmueva.
Elda 22 Diciembre 2019
Jesús Gandía Núñez
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