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SIEMPRE ALUCINO
Desde que vi la película “Los pájaros”
los llevo siempre volando por mi cabeza;
en primavera suelen ser las golondrinas,
que adornan con su vuelo los tejados.
Pero a mí los que más me gustan son los gorriones,
será porque siempre han sido los más familiares
y los solemos ver durante todo el año,
o quizás porque me llama la atención su pequeño
tamaño.
Así que, cuando veo un pájaro enjaulado,
tengo la tentación de abrirle la puerta,
para que extienda las alas y salga volando.
A nadie le gustaría estar prisionero,
y entre cuatro alambres dar pequeños saltos,
sería un rotundo atropello,
que no quiero ni pensarlo.
Un mundo aparte son los vencejos,
con una fisonomía ideal para vivir en el aire;
vuelan entre nubes y a enormes velocidades,
regresando cada año a la misma grieta o al mismo
agujero.
Nos limpian la atmósfera de mosquitos e insectos,
que absorben en el aire con su pequeño pico;
forman a su alrededor grandes colonias
y defienden siempre el mismo nido.
Pero son tan escandalosos
que prefiero los gorriones,
también porque están más cercanos, en los árboles y en
el suelo,
y los vencejos, indiferentes, siempre vuelan demasiado
alto.
Elda 1 julio 2022
Jesús Gandía Núñez
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