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Dignidad
¡Pardiez deleznable señor!
jamás
permitiré
que me tratéis
como esclavo.
Sé que sois mi amo
y yo vuestro lacayo,
pero no consiento
que me humilléis
ante extraños.
Mi dignidad es tan alta
como puede ser la vuestra.
Retirad vuestra ofensa
o defender vuestra vida.
Aquí
está mi espada
ella clamará justicia,
poneos en guardia
o retirar vuestro insulto.
¡Lacayo insurrecto y bellaco!
si sabes que soy tu amo,
atente a las consecuencias;
daré
con tus tristes huesos
en el foso de la inmundicia.
Pues defendeos mal señor,
que mi dignidad es mi consigna
y a nadie permitiré que la haga astillas.
Se hizo el silencio
se oyeron cruces de acero,
ataques y retrocesos.
Duró
la lucha hasta que salió la luna
y al final sucumbió el avasallador
tirano
a la dignidad del noble lacayo.
Y es que la dignidad tiene la fuerza
de la razón y la conciencia
y el tesón y el perfil de la nobleza.
Elda 20 de Noviembre de 2017
Jesús Gandía Núñez
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