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CONDENA, A LOS SEÑORES DE LA GUERRA
Mientras rugen las bombas en la batalla,
y a soldados que defienden, los arrasa la metralla;
en la población cercana, mujeres y niños
lloran desconsolados en una frágil cabaña.
Retumban los bombardeos de los aviones
con una insistencia, cada vez más cercana,
algunas mujeres se desesperan chillando,
apretando a los niños en sus brazos con fuerza.
Estallidos continuos, edificios caídos;
el humo de los incendios que se les mete en la garganta,
ventanas y cristales rodando por el suelo.
Y por último, acierta una bomba perdida,
levantando en mil pedazos la cabaña,
haciéndose un silencio de cementerio…
quedando sembrado de trozos humanos el pueblo.
¡Duro y cruel mi desgarrador poema!
pero yo se lo repetiría a los señores de la guerra,
si hiciera falta mil veces al día,
a ver si la conciencia se les removía.
Quizás escuchando de cerca
lo sanguinarias que son las guerras,
su alma sangre el veneno que llevan
y decidan esforzarse por una paz duradera.
Elda 27 Enero 2020
Jesús Gandía Núñez
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