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lunes, 20 de abril de 2020

NO MIRAROS AL ESPEJO




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NO MIRAROS AL ESPEJO

Del abandono en que hemos caído,
me doy cuenta tan solo, cuando me afeito.
Es la única vez que me miro al espejo,
y entonces me comparo con mi edificio.
Con el suelo de la terraza herido,
un patio interior, de humedad sombría,
donde las grietas, de tan cercanas, fornican;
unos toldos que el viento hizo jirones,
que semejan golondrinas que no despegan,
y piden a gritos un urgente recambio;
unas paredes blancas que necesitan brocha,
antes de que se conviertan en el color de los chinos.
La misma imagen tengo yo cuando me veo,
con la cara labrada, como un bancal de arrugas;
mi gran cabellera convertida en flequillo,
escaso y vestido de blanco, como las novias;
mis piernas, antes vitales, son ahora esclavas
de la artrosis y de la degeneración continua;
las manos, con dedos que ya no obedecen,
e impiden estrechar las que me ofrecen mis amigos;
tengo que salir al exterior con la piel protegida
con gorra y gafas para que el sol no se cebe,
como un fantasma que se esconde bajo la sábana,
para que no lo extermine la luz del día.
Han pasado 23 años desde que llegué a esta casa;
con un cuerpo excelente que parecía eterno,
cargado de ilusiones y una actividad extrema.
La casa estaba exultante y recién terminada;
pero la crueldad del tiempo nos deterioró a ambos,
y aunque vamos resistiendo de mala manera,
las carencias se agravan;
así que lo mejor será no mirarme en el espejo
yo, ya no tengo arreglo, pero sí lo tiene la casa
y habrá que darle un repaso de arriba abajo.
Pero eso será, cuando este “bichito” acabe la temporada.

Elda 20 Abril 2020 
Jesús Gandía Núñez



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