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SOÑAR NO CUESTA NADA
Tras el obligado encierro,
entre cuatro paredes escuetas,
se fue en busca de sus montañas,
para recuperar algo de aliento.
Se maravilló al entrar al bosque
repleto de enormes fantasmas,
hayas y robles que extrañaba;
durante el encierro eran virtuales.
Reconoció de nuevo las aves,
se emocionó con las cascadas;
y el sonido del agua del río
le pareció belleza mágica.
Caminó sin encontrar más huellas
que las pisadas de los pájaros
sobre el lecho húmedo de la ribera
y un sinfín de mariposas voladoras.
El bosque estaba impecable;
ningún humano lo había profanado,
se encontraba florido el sendero
cubierto de brotes de primavera.
La flora lo agradeció sobremanera
con fragancia a rosas de pitiminí
a tomillo, a fresa y a hierbabuena.
Y él gritó corriendo como un loco
¡SI amigos el encierro valió la pena!
Elda 12 Abril 2020
Jesús Gandía Núñez
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