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EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO
Si no fuera por el dolor de tantas familias,
pensaría que el Covid-19 fue agua bendita,
que consiguió reducir parte de la soberbia,
y que apreciemos nuestra insignificancia .
No es que esté agradecido a la pandemia,
pero ha llegado el momento del recuento,
y a pesar del miedo y la tristeza que impera,
parece que algo mejoró en nuestra atmósfera.
Por mi parte no me siento en ninguna fase,
estoy como si no me faltara nada,
tal, si ya me hubieran adjudicado el limbo,
igual que los chiquillos en su hora de recreo.
No siento ningunas ganas de salir de casa,
prácticamente tengo lo que necesito,
seguramente me pasa como a los secuestrados,
que tras liberarlos sufren el “síndrome de Estocolmo”
Elda 13 Mayo 2020
Jesús Gandía Núñez
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