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MEDIO SIGLO DE
CARICIAS
Ella no había
cumplido los dieciocho
y yo había
rebasado en dos la veintena.
Fue un encuentro
fortuito en “can Felipa",
yo venía a
trabajar,
con permiso de
quince días,
tras nueve meses
cultivando la pereza,
en un cuartel de
instrucción
en Palma, la isla
Mallorquina,
y me sorprendió
el aura de frescura de “la nueva".
Fue como un
chorro de agua fresca de la sierra,
por una parte su
inocencia,
por otra su
mirada tímida
y acabó
conquistándome su minifalda.
Tonteamos un día
de lluvia,
llevándola a su
casa en Badalona,
con el
“chu-chú" de mi familia,
y a pesar de que
no hubo
nada serio en
aquellos días
quedamos para
vernos en primavera,
cuando a mí me
licenciarían.
Pasamos un verano
de ilusiones,
yo preparado,
para venirme
en Septiembre a
Elda
y ella trabajando
en “can Felipa" de telefonista.
En otoño llegó la
despedida,
con un destino
incierto para ambos,
sin saber lo que
el futuro nos depararía.
Fueron dos años
de cartas diarias,
cada uno contando
sus problemas,
hasta que
decidimos que queríamos casarnos
a pesar de todas
las consecuencias.
Y las
consecuencias fueron un niño y una niña,
que alegraron
nuestra existencia
y cincuenta años
hasta ahora
con el amor por
bandera.
Bendito aquel
chorro de aire de la Sierra
que siempre tuvo
inteligencia
para una buena
convivencia
y una gran
firmeza para superar
tropiezos y
difíciles cuestas,
que nos fuimos
encontrando en el
camino.
19 Agosto 2021
Jesús Gandía
Núñez
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